Venus, Vulcano y Marte, Tintoretto
Que las escenas mitológicas fueron una fuente de inspiración para los pintores renacentista no resulta en absoluto novedoso como ya sabemos, en esta época los pintores vuelcan los ojos hacia la antigüedad clásica como un modo de inspiración por lo que la mitología de aquella época resulta una inagotable fuente de inspiración para los artistas de la Edad Moderna. No obstante, dependiendo de las distintas etapas del Renacimiento y de los artistas que ejecuten las obras éstas adquieren un cariz determinado.
En esta ocasión nos encontramos ante una obra que lleva por título Venus, Vulcano y Marte y que fue realizada por el artista veneciano Jacopo Comin, más conocido con el sobrenombre de Tintoretto (1518 – 1594). Tintoretto es uno de los mejores representantes de la estética veneciana en la época así como el último de los grandes pintores renacentistas. Nacido en Venecia e hijo de un tintorero –de ahí el sobrenombre de Tintoretto- el artista pronto empezó a demostrar sus habilidades artísticas. Su padre lo introdujo en el taller de Tiziano de quien el pintor pudo conocer el manejo del color y las sombras, sin embargo su formación con el que se supone el mejor maestro veneciano duró poco tiempo y aunque la admiración de Tintoretto por Tiziano se pone de manifiesto en muchas de sus obras, el que fue su maestro no mostraba hacia éste demasiadas simpatías, quizás consciente de que su pericia podría hacerle sombra.
La obra que aquí analizamos se trata de un óleo sobre lienzo de formato horizontal que mide casi dos metros de anchura y un metro treinta de altura; realizado a mediados del siglo XVI, concretamente en torno al año 1555, parece ser que el artista pudo inspirarse en las obras mitológicas de Boticelli como Venus y Marte, sin embargo Tintoretto obvia el estilo neoplatónico que Boticelli muestra en su lienzo para declinarse por un mundo más mundano, sensual y erótico.
El pintor representa a la diosa Venus tumbada desnuda sobre la cama cuando su anciano marido el dios de la fragua Vulcano penetra en la estancia y levanta la sábana para asomarse a su sexo sin pudor. Al fondo un niño, Cupido, y sigilosamente escondido bajo la cama encontramos al amante de la diosa mucho más joven y bello que su marido Vulcano el dios de la guerra Marte, se esconde bajo la cama.
Las posturas intrincadas de los personajes así como la musculatura de los mismos nos hablan de la influencia que la pintura de Miguel Ángel tuvo en el artista veneciano. Especial mención merece el espejo al fondo de la estancia –un recuso muy utilizado en la época- que refleja la escena proporcionándonos un nuevo y logrado punto de vista. El ambiente demasiado íntimo de la escena hace que el espectador se sienta como un intruso en la estancia en la que la tensión dramática parece a punto de estallar.