Venus y Marte, Botticelli
Realizado con una técnica mixta de óleo y temple sobre tabla, esta obra fue realizada por el pintor italiano Sandro Botticelli (1445-1510) en 1485. Estilísticamente podríamos clasificar la obra dentro del estilo quattrocentista italiano, en el siglo XV, donde las formas refinadas y armónicas junto con el uso cada vez más logrado de la perspectiva, son las principales características de esta centuria.
Es posible que la obra fuera encargada por la familia Vespucci de ahí, la presencia de las avispas (símbolo de la familia) en la esquina superior del cuadro. Se ha pensado que el cuadro podría decorar el cabecero de una cama o uno de los famosos cassone nupciales, grandes arcones en los que se guardaban los ajuares de las novias y cuyos frentes se decoraban con hermosas pinturas.
Botticelli escoge para esta ocasión una temática mitológica con un fuerte significado simbólico. La escena se desarrolla en una pradera con un bosque de mirtos (el árbol de Venus) al fondo. Venus, diosa del amor aparece tumbada junto a Marte, dios de la guerra que ha caído derrotado frente a la dulzura y gracia de la diosa. Es el triunfo del amor sobre la guerra. Venus, más incorporada y con una ligera sonrisa que nos anuncia su victoria mira al dios de la guerra que duerme profundamente mientras, alrededor de los amantes, unos pequeños sátiros juegan divertidos con la armadura del dios e intentan despertar al dios de su profundo sueño.
Otras interpretaciones más filosóficas interpretan a Venus como el triunfo del pensamiento sobre la discordia representada por Marte.
La diosa aparece totalmente vestida, con un bello vestido en blanco y dorado que remarca sus sinuosas curvan. De su cabello recogido se escapan algunos rizos que caen con suavidad y enmarcan el sereno y delicado rostro de la bella joven. Marte por su parte aparece desnudo, simbolizando su fragilidad frente a la diosa del amor, tan solo un pequeño paño cubre su desnudez. La debilidad el dios también se hace patente en sus armas, usadas por los pequeños sátiros como inofensivos juguetes. El Marte de Botticelli es uno de los referentes más cercanos al famoso Adán que Miguel Ángel representó en la Capilla Sixtina.
La línea predomina sobre el color. El dibujo preciosista de Botticelli alcanza en esta obra cotas inimaginables, la belleza con la que el artista plasma cada detalle hace que el espectador descubra algo nuevo en cada vistazo. El color, armonioso y bien extendido, abarca una gran gama cromática pero alejándose de los colores chillones o del contraste cromático. Todo en el cuadro es suavidad y dulzura.
La composición sigue los parámetros renacentistas de equilibrio y elegancia, los rostro de los protagonistas forman una perfecta horizontal junto con los traviesos satirillos, cuyos cuerpo se inclinan para no escaparse de la composición.
La perspectiva ha sido perfectamente lograda en todo el conjunto disponiendo los personajes en distintos planos y con un fondo en el que se desdibujan a la lejanía las montañas.
La fuerza expresiva de las líneas de Botticelli se refleja en los rostros de sus personajes muy gesticulantes, excepto la diosa que intenta guardar la compostura mientras una ligera sonrisa asoma entre sus labios.
Una luz cálida baña el conjunto otorgándole aún más calidez y unidad a ala composición.