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El Capricho, Gaudí

Publicado por Laura Prieto Fernández

Cuando pensamos en las obras de Antonio Gaudí nuestra mente viaja a la ciudad de Barcelona y si bien es cierto que en la ciudad condal se encuentran algunas de las obras más representativas del arquitecto como La Casa Milá o el Parque Güell, lo cierto es que podemos encontrar obras del arquitecto modernista ya sea en León, en Ponferrada o como en este caso en un pequeño pueblo costero de Cantabria, en Comillas donde se encuentra la obra conocida como El Capricho.

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Antoni Gaudí i Cornet (1852 – 1926) está considerado como el arquitecto más representativo de la estética modernista en España. En sus edificios se puede apreciar una grandísima calidad técnica e imaginación desbordante que hacían de cada uno de sus diseños una obra preciosista, única e inigualable. Partidario de la innovación Gaudí logró incorporar a sus construcciones los nuevos materiales como el vidrio o el hierro a la vez que los combinaba con otros más tradicionales como la cerámica. El arquitecto se inspiraba en el mundo natural y dejaba en todas sus obras una gran impronta de su profundo espíritu religioso.

A finales del siglo XIX en torno al año 1883 el arquitecto recibió un singular encargo de Don Máximo Díaz de Quijano, el concuñado del mismísimo Marqués de Comillas, quien le encomendó al artista la construcción de una casa de veraneo en la localidad de Comillas. El arquitecto ya era un viejo conocido de la familia del Marqués ya que con anterioridad había trabajado en la construcción y diseño del mobiliario del Palacio de Sorellana junto con el arquitecto Joan Martorell.

Parece ser que Don Máximo quiso levantar un edificio de estilo oriental. El artista pudo basarse en algunos de los diseños que había realizado durante sus años universitarios y como en aquella época Gaudí también se encontraba trabajando en La Pedrera decidió que debía incorporarse al proyecto de Comillas su ayudante, Cristofor Cascante i Colom.

Con una planta rectangular de algo más de treinta y cinco centímetros de largo y quince de anchura, Gaudí estructuró la vivienda en tres plantas bien diferenciadas en la que la planta inferior actúa como sótano, la planta principal de la vivienda y por último el piso superior que actua de desván. Elevada sobre un ligero podio el acceso a la vivienda se realiza a través de una escalinata que perite salvar el desnivel y que nos lleva hasta un pórtico sujeto con cuatro gruesas columnas y arcos rebajados; sobre el pequeño pórtico se levanta una torre circular como si del alminar de una mezquita se tratase.

La casa está orientada en torno a dos conceptos fundamentales: por un lado el aprovechamiento luminico, Gaudí reflejó en El Capricho el mismo aprovechamiento lumínico que lo girasoles hacen del sol, de modo que cada estancia se encuentra orientada hacia la luz que más provechosa le resulte. Por otro lado debemos señalar como el comitente era un gran amante de la música, un recurso que el arquitecto aprovecha en la decoración del conjunto realizando desde vidrieras con temas musicales hasta grecas o guirnaldas.