El Kunsthaus de Graz
En los últimos tiempos un campo abonado para la experimentación arquitectónica es la construcción de museos de arte moderno. Los ejemplos abundan, aunque quizás el más carismático sea el Museo Guggenheim de Bilbao, capaz de cambiar por completo la imagen de toda una ciudad y convertirse en un motor de desarrollo.
Algo similar fue el objetivo del Kunsthaus o Museo de Arte de Graz. Una obra diseñada por los arquitectos Peter Cook y Colin Fournier que se construyó con motivo de la capitalidad cultural europea de la ciudad austriaca de Graz en el 2003.
Y sin duda, el impacto visual de esta construcción en una urbe de aspecto esencialmente medieval es altísimo, y como en otras ocasiones no exento de polémica. Sin embargo, hoy ya está asimilado por la población que de forma muy gráfica lo suele llamar el “alien amigable”.
El edificio del museo así se convierte en una obra de arte en sí misma, pero con unas dimensiones considerables ya que propone una superficie cercana a los 30.000 metros cuadrados para albergar y desarrollar arte. Y es que al igual que su inspirador Guggenheim aquí no hay una colección permanente, sino exposiciones temporales y numerosos eventos que lo convierten en un referente de la programación cultural en la ciudad.
No obstante, aunque el interior puede ser muy interesante, la verdad es que lo primero que llama la atención es su exterior. Un edificio curvo que puede parecer una burbuja o bien una oruga según se mire, y cuya piel está compuesta por cerca de 1.300 paneles fotovoltaicos que lo abastecen de toda la energía que necesita esta institución. Un rasgo que lo convierte en auténtico icono del movimiento High Tech, uno de los más vigentes en la arquitectura contemporánea.
Esa apariencia sin duda contrasta con el entorno, al mismo tiempo que plantea un interesante diálogo entre el pasado, el hoy y el futuro. De hecho esa relación con su entorno está muy reforzada con ciertos elementos. Por ejemplo, una de las toberas superiores es accesible para que sirva de mirador hacia uno de los monumentos más insignes de Graz: la Torre del Reloj. Y además también hay un puente hacia otra construcción emblemática de la ciudad: la antigua Cámara de Austria, de manera que casi se funden ambos inmuebles. Por cierto, la Cámara de Austria también fue innovador en su tiempo, ya que se considera el primer edificio europeo con una estructura de hierro fundido.
Sin duda alguna el Kunsthaus de Graz es de lo más curioso, ya que sus materiales y su forma dan la sensación de ingravidez, de manera que llega a simular un gigantesco globo elevado sobre la planta baja, cuyo interior además es visible debido a que tan solo se semioculta con un muro de vidrio.
El concepto de forma orgánica no solo se debe a su forma o a las 16 toberas superiores que actúan como claraboyas para las salas internas. Incluso los cambios de color de su superficie lo convierten en una especie de ente vivo. Además de que es una grandiosa pantalla para todo tipo de intervenciones.