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Propileos de la Acrópolis de Atenas

Publicado por Laura Prieto Fernández

Los propileos de la Acrópolis de Atenas no son solo el acceso a uno de los recintos sagrados más destacado de toda la antigüedad clásica sino que constituyen por si mismos uno de los mejores monumentos de todo el clasicismo. En ellos se reflejó la perfección del clasicismo y son uno de los mejores ejemplos de combinación entre la estética y la funcionalidad.

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Los propileos eran la única manera de acceder en la antigua Grecia a la Acrópolis sagrada de Atenas. Según las fuentes clásicas los nuevos propileos se levantaron para sustituir una construcción anterior que fue destruida por el pueblo persa. Pericles, en una etapa de esplendor de la ciudad tras salir vencedor de las Guerras Médicas, decidió dotar a la ciudad de numerosos monumentos entre los que se encontraba una nueva entrada para el recinto sagrado.

Los anteriores propileos habían sido levantados por Pisistrato en el siglo IV pero en época de Pericles, la construcción estaba semiderruida y en vez de restaurar el antiguo acceso se optó por levantar uno nuevo en el mismo lugar. Fidias había sido el encargado de la restauración que el gobernante Pericles había llevado a cabo en Atenas, pero en esta ocasión el escultor y arquitecto delegó la obra de acceso a la necrópolis en otro arquitecto, Mnesicles.

La construcción dataría de entre el año 437 y el 431 a.C. por lo que podemos encuadrarlo dentro de la etapa clasicista donde las formas constructivas estaban regidas por un riguroso orden, en perfecta armonía y simetría. El arquitecto encontró en el proyecto con un buen número de dificultades, por un lado debía de adaptarse no sólo al restringido espacio que habían ocupado anteriormente los propileos de Pisistrato sino que también debía coronar el acceso a la acrópolis en un escueto terreno entre la falda de la colina y su cima. Además el edificio debía cumplir a la perfección su función de entrada al recinto sagrado y albergar en su interior una biblioteca y una pinacoteca.

Mnesicles diseñó una entrada con dos pórticos hexástilos, de seis columnas, para cada una de las zonas de acceso –la interior y exterior- y una cubrición de tipo adintelado. Las columnas de eran de tipo dórico con el intercolumnio central más ancho que los laterales con el fin de amoldarse a la procesión de las panateneas que desfilaba bajo los propileos.

El espacio entre los dos pórticos hubo de ser reforzado a causa del peso del mármol con el que fue levantado y la decoración del techo –realizado con motivos estrellados y naturales- con este fin el arquitecto colocó seis columnas perpendiculares a los pórticos hexástilos pero esta vez utilizando el orden jónico en un alarde de belleza arquitectónica.

De manera paralela a los accesos de la construcción se planeó levantar dos alas, la norte y la sur, que darían cobijo a la pinacoteca y a la biblioteca, sin embargo parece ser que el proyecto nunca llegó a realizarse completamente quizás debido al estallido de la Guerra del Peloponeso.