Conjunto palaciego de Persépolis (II)
La Apadana de Persépolis no es otra cosa que una sala hipóstila que se usaba como sala de audiencias por Darío I el Grande; los expertos barajan que las obras debieron de comenzar en torno al año 515 a.C. pero su construcción, se dilató tanto en el tiempo que finalmente hubo de ser acabada en época de Jerjes I. todos estos datos quedaron recogidos en unas tablillas conmemorativas hechas en oro y plata que el propio monarca hizo guardar entre los muros de la estancia. Como parte del complejo palatino y en especial de la zona dedicada al monarca, la Apadana se encuentra en la zona superior de Persépolis por lo que el acceso está limitado a par de escaleras de doble tramo y divergentes. En la Apadana encontramos la influencia que Grecia y su arte, tuvieron para los persas de modo que en las columnas de la estancia se pueden apreciar fuertes similitudes con el templo de Hera en Samos.
Sin embargo, lo más espectacular del conjunto palaciego de Persépolis era sin duda su propio palacio, un espacio cuadrangular que contaba con unos sesenta metros de lado. El espacio se configuraba con una sala cuadrangular central que contaba con treinta y seis columnas dispuestas en filas; en las zonas norte, este y oeste se han adosado pórticos rectangulares cada uno de los cuales contaba con doce columnas; mientras que el lado sur cuenta con unas estancias de menor tamaño que daban acceso al Tachara, el palacio privado de Darío el Grande.
El techo era adintelado y las vigas de madera transversales descansaban sobre columnas con capiteles zoomorfos de leones y toros que se conocen como prótomes. El conjunto palaciego fue ricamente ornamentado con relieves en los fustes de las columnas, en los accesos de las escaleras e incluso en algunas zonas del paramento, además, todos los relieves fueron pintados lo que le conferiría un aspecto aún más espectacular. También se utilizaron placas de metales preciosos, así como de oro, marfil o la plata para decorar las puertas.
Según los expertos, tanto la Apadana como el palacio debían de cumplir un doble objetivo: por un lado hacer las veces de receptáculo para un gran número de visitantes, demostrándoles a su vez el poderío del monarca, pero también era el lugar desde donde la corte presenciaba las ceremonias que tenían lugar en la zona inferior de la ciudad.