Palacio de Nymphenburg en Múnich
El Palacio de Nympenburg, que podemos traducir como “Castillo de las Ninfas” es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura del Barroco en Alemania, si bien cómo vamos a ver a continuación se trata de un arte barroco que funde las influencias italianas, francesas e inglesas. Y todo ello realizado a lo largo de muchos años, ya que este conjunto monumental es fruto de un largo periodo de obras y consecutivas ampliaciones.
El origen del Palacio de Nymphenburg está en el año 1664. Fuente entonces cuando Fernando María de Baviera y su esposa le encargaron al arquitecto italiano Agostino Barelli la construcción de una elegante residencia de verano a las afueras de Múnich. Y este siguiendo el gusto trasalpino construyo un palacete barroco de formas cuadradas y relativamente sencillas. Una construcción que se concluyó en 1675.
Ese fue el germen del actual conjunto al que las siguientes generaciones de la dinastía Wittelsbach fue incorporando nuevos elementos. Hasta completar un espacio inmenso con numerosos edificios y un amplísimo jardín plagado de canales, fuentes, lagunas y bosquetes.
La primera ampliación llegó pronto. El heredero, Maximiliano II Emanuel en cuanto posesión decidió ampliar la obra. Era el año 1679 y él promovió la construcción de dos nuevos pabellones, que imitaban la forma cuadrada del original, planteando así unidad de volumen. Pero su gusto era más partidario del barroco francés, así que hay sutiles variaciones muy interesantes desde un punto de vista arquitectónico y ornamental. De hecho, llamó a numerosos artistas galos para que trabajaran en la obra, insuflándole al conjunto un claro aire rococó de las primeras décadas del siglo XVIII.
Y entre otras cosas se comenzaron a rodear los inmuebles de unos grandiosos jardines. En ellos se volcaría, Carlos Alberto, su descendiente y heredero que gobernó durante gran parte del segundo cuarto del siglo XVIII. Durante ese periodo también ese construyó el Amalienburg, otro palacete con el nombre de su esposa. Una delicia de la arquitectura rococó.
Si bien todavía no habían acabado las obras. Más tarde llegarían más descendientes de la dinastía Wittelsbach que fueron añadiendo sus propios gustos. Sobre todo en lo referente a la decoración, al mobiliario, los frescos, las esculturas o los jardines, cada vez con un mayor influencia e inspiración en los jardines ingleses. El caso es que el monumento siguió ampliándose hasta prácticamente la Primera Guerra Mundial, a comienzos del siglo XX. Pero sorprendentemente durante todo ese tiempo se tuvo un escrupuloso respeto al germen del Palacio de Nymphenburg, y aunque se atuvieron a los gustos de cada época, el espíritu del primer barroco siempre se mantuvo en la propiedad. La cual inicialmente estaba un tanto lejos del núcleo de Múnich, pero que hoy ha quedado completamente embebida en su casco urbano. Aunque eso sí, con un exquisito respeto al patrimonio histórico y artístico que supone.