Apolo atendido por las ninfas de Girardon
El Palacio de Versalles a las afueras de París se convirtió en el gran centro artístico de Francia durante las últimas décadas del siglo XVII y las primeras del XVIII. Allí se dieron cita los mejores arquitectos, paisajistas, pintores, decoradores, tapiceros… y por supuesto también los mejores escultores del momento. Y entre ellos se cuenta François Girardon (1628 – 1715).
Girardon sin duda fue el escultor que mejor plasmó el arte clasicista y académico de este periodo del Barroco. Esa línea estilística es la que se manifiesta en este grupo escultórico que realizó en mármol hacia el año 1673 por encargo del ministro Colbert, y que se colocó en una zona de los jardines versallescos, precisamente ante una gruta artificial, la conocida como Gruta de Tetis.
La escena representada es Apolo atendido por las ninfas, un tema mitológico de inspiración clásica, lo más apropiado para su estilo. Si bien es cierto que la gran cualidad de Girardon es que sabía respetar el espíritu más académico, pero al mismo tiempo confería a sus obras una naturalidad y elegancia especial, una sensibilidad que aquí es claramente visible si nos fijamos en la delicadeza con la que ha labrado las túnicas y paños de los personajes, o como se ha esmerado en sus peinados que son toda una demostración del refinamiento en el arte de Girardon y del gusto de la época.
La representación nos muestra al dios Apolo, dios del Sol y de la belleza. Por supuesto es un joven de lo más atractivo que en este caso se ve claramente que se ha inspirado en la escultura clásica del Apolo Belvedere.
Si bien en ese mármol griego el personaje está solo, mientras que forma parte de un grupo del cual es el centro. Y a su alrededor se sitúan varias ninfas que se dedican a asearlo y atenderlo. Unas mujeres que están a su servicio y que también eran sus amantes si hacía falta. Un detalle por el que muchos relacionan la representación con el propio rey Luis XIV, que además de ser el máximo exponente de las monarquías absolutas, su figura llegó a considerarse casi como una divinidad.
Lo cierto es que estamos ante una escultura estupenda del arte clasicista. Una obra que técnicamente podemos decir que es perfecta. No solo por la calidad del labrado, realmente admirable. También hay que destacar la composición del grupo. En él todas las figuras giran, casi podríamos decir que bailan, alrededores de Apolo. Se encierran hacia él, pero al mismo tiempo la composición es abierta por el movimiento que marcan los gestos de los personajes.
No es extraño que Girardon realizará otros muchos encargos en Versalles, ya que su exquisitez y academicismo cuadraba a la perfección con el director total de aquellos trabajos, Charles Le Brun.