Boca de la verdad
Esta es una de las esculturas más famosas de la Roma Antigua, si bien su fama quizás no se deba tanto a su valía artística, como a las leyendas que la rodean.
Se trata de una enorme máscara o relieve hecho en mármol, que tiene un diámetro de 175 centímetros. Y representa el rostro de un hombre con barba, para algunos del Dios del Mar, pero lo más llamativo de todo es que todos los orificios de esa cara están perforados: tanto los ojos, como la nariz y sobre todo la boca. Mientras que el resto de elementos que le dan forma, están labrados en un bajorrelieve, que por momentos parecen simples incisiones.
No se sabe a ciencia cierta, pero se estima que la obra pudo hacerse en torno al siglo I. E igualmente se desconoce su ubicación y función original. Para algunos estaría en el Foro Boario que fue el primer foro romano y también el lugar de su puerto fluvial a orillas del río Tíber.
En cambio otros investigadores, opinan que incuso pudo estar en la Cloaca Máxima como espectacular desagüe aprovechando su forma circular y los orificios del centro de la piedra. E incluso hay que opina que pudo estar en el vecino Circo Máximo, donde podría ser una especie de oráculo.
El caso es que hoy no está en ninguno de esos sitios, sino en el interior de la iglesia de Santa Maria in Cosmedi, adonde fue trasladada en el siglo XVII por orden del propio Papa Urbano VIII. Es de suponer que para entonces ya era una escultura muy querida y apreciada, motivo por el cual se recuperó y se trasladó hasta aquí.
Antes de aquel traslado ya había multitud de leyendas que nos explican su denominación de Boca de la Verdad. Y es que se dice que todo aquel que introduzca su mano por la boca de ese rostro, la perderá en el caso de que mienta respecto a alguna pregunta que se le haga en ese instante. Un poder que algunos llegan a decir que ya sufrió el propio emperador Juliano el Apóstata al ser preguntado por las infidelidades a su esposa.
No obstante, la leyenda más famosa es la de una mujer que fue capaz de engañar a la piedra. Se cuenta que su marido desconfiaba de ella y creía que la engañaba. Por eso se la llevó hasta este enorme rostro y le preguntó por el tema, con la amenaza de que si mentía perdería su mano. Pero la mujer que era infiel pero también muy lista, se había hecho acompañar de lejos por su amante. De este modo simuló que se desmayaba por el calor, y antes de que cayera al suelo, la rescató su amante fingiendo que pasaba por ahí.
Fue entonces cuando dijo que respondería a la pregunta de su marido y metiendo la mano en la Boca de la Verdad con toda tranquilidad dijo que solo había estado en brazos de su esposo y de aquel hombre que le acababa de salvar de una caída.
En definitiva, que estamos ante un ejemplo de cómo el arte a veces no tiene porque ser una obra magistral para ser una obra de culto y de enorme popularidad. Ese es el caso de esta escultura romana, sobre la que tenemos más preguntas que certezas.