Tarde de trabajo de Benito Quinquela Martín
Hoy queremos hablaros de uno de los pintores más queridos de Buenos Aires, pero no demasiado conocido fuera de la Argentina. Nos referimos a Benito Quinquela Martín (1890 – 1977). Un pintor y muralista cuyo nombre y estética está unido de manera inseparable del barrio de La Boca, ya que allí vivió y allí pintó infinidad de veces el puerto, como en este cuadro pintado sobre tabla que os mostramos: Tarde de trabajo. De hecho, se le conoce muchas veces como el pintor de los muelles, por la cantidad de las escenas portuarias que representó.
Estamos ante un pintor de formación absolutamente autodidacta. Jamás recibió una formación académica, y eso se ve en muchas de sus actitudes ante el arte. Por ejemplo, lo más evidente es que no aplicaba los colores con un pincel, sino con la espátula, al principio fabricada por el mismo con una cuchara.
Eso también nos habla de sus orígenes, más humildes imposible. Fue abandonado poco después de nacer, pero una familia de origen italiano, los Chinchella, lo adoptaron. Eso sí, con solo 9 años ya se puso a trabajar en la carbonería familiar. Y de ahí pasaría a trabajar en los muelles de La Boca.
Sin embargo, en su juventud su afición por el dibujo le hizo destacar e incluso llegó a conocer y contar con el favor de Pío Collivadino, director de la Academia de Bellas Artes, quien acudía a menudo a La Boca a pintar alguno de sus célebres paisajes urbanos.
Tras eso fue ganando confianza y técnica, y pronto comenzó a exponer sus trabajos en Buenos Aires, y después en Rio de Janeiro. Fue ganando fama y prestigio y decidió viajar a Europa y a Estados Unidos. Pero la nostalgia le pudo y volvió a La Boca, donde fue todo un personaje hasta su muerte. Muy conocido por sus cuadros y sus murales, pero también por su activismo cultural. De hecho hasta fundó La Orden del Tornillo, donde solo eran bien recibidos los que estaban un poco locos y por sus excentricidades se podía decir que habían perdido un tornillo.
Lo cierto es que el propio Quinquela Martín tenía algo de ese carácter extravagante, si bien sus cuadros nos presentan escenas muy auténticas, destinadas a valorar el duro trabajo de marineros y estibadores. Pero es innegable que tenía un carácter muy peculiar y la última muestra de ello fue pintar su propio ataúd, ya que tal y como dijo había pasado toda su vida rodeado de color, y no pensaba renunciar a eso cuando se muriera.