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Retrato de José de San Martín de Navez

Publicado por A. Cerra

Retrato de Jose de San Martín de Navez

El General José de San Martín pese a la importancia que tuvo en el desarrollo histórico de comienzos del siglo XIX en Argentina, Chile o Perú, y pese a su trayectoria militar, lo cierto es que no fue especialmente propenso a que le hicieran retratos en los que él posaba para el pintor. No hay que olvidar que en su imagen más famosa, esa en la que aparece de militar y envuelto en la bandera de Argentina, él jamás llegó a posar para ella, e incluso desconocemos el nombre de su autora, la profesora de pintura de su hija Mercedes.

Son pocos los retratos para los que posó a lo largo de su vida, y curiosamente no se tiene constancia de que para ninguno de ellos posase en Argentina. De hecho, gran parte de esos retratos se hicieron ya durante su segunda y definitiva estancia en Europa.

Allí, concretamente en Bruselas, se hizo el único retrato de perfil, para el que posó ante el escultor y medallista Jean Henri Simon en el año 1824. También en la capital belga posó ante Jean Baptiste Madou, pintor y litógrafo. En un primer momento lo pintó vestido de civil, pero este primer retrato fue corregido por el propio San Martín, y tras esas modificaciones en el rostro lo acabó vistiendo de militar. Una obra de la que creó las planchas litográficas que se mandaron a Argentina y con las que se hicieron sellos y grabaron billetes.

Y en medio de estos dos retratos, el general posó en 1825 para Jean Joseph Navez (1787 – 1869), un artista belga claramente adscrito a la corriente neoclásica. De hecho, Navez se había formado años antes en el taller del más grande pintor del arte Neoclásico, Jacques Louis David, y después había viajado a Italia, donde residió 4 años para acabar su formación clásica.

Este estilo queda bien patente en el óleo en el que retrata de civil a José de San Martín. Una imagen en la que son perfectamente reconocibles los rasgos fisionómicos del personaje, si bien los críticos piensan que quizás sea un cuadro en el que aparece excesivamente “hermoseado”.

Tal vez por esa capacidad para hacer mucho más agradables sus retratos, Navez alcanzó un enorme prestigio en este campo y creó un taller al que le nunca le faltó trabajo. Si bien no solo se especializó en el retrato de grandes personalidades de su tiempo. También se dedicó a pintar escenas mitológicas e históricas. Y para hacernos una idea de la fama y prestigio que alcanzó su producción pictórica en Bélgica, basta decir que fue el director de la Real Academia de Bellas Artes en Bruselas durante muchos años, concretamente entre el 1835 y el 1862.