Dos retratos de Eugenia Martínez Vallejo, Carreño de Miranda
Las enfermedades raras y las mutaciones genéticas provocaron gran fascinación en los monarcas de renacimiento y barroco de esta manera en las cortes de toda Europa era común encontrarse con enanos, patizambos o cualquier otra persona que sufriese una mutación solamente para el disfrute y exhibición del monarca. Las obras que aquí comentamos representan una de las mujeres más conocidas en la corte del monarca Carlos II, Eugenia Martínez Vallejo, más conocida como La Monstrua.
Ambas piezas son obras del pintor de origen asturiano Juan Carreño de Miranda (1614- 1685) quien se formó en Madrid en los talleres de Pedro de Cuevas primero y Bartolomé Roldán después. El artista trabajó para importantes comitentes, especialmente del mundo eclesiástico en la capital, hasta que sus servicios fueron reclamados por el rey en sustitución del difunto Diego de Velázquez quien, si bien es cierto que le dejó muy alta la estela, Carreño supo encontrar un estilo muy similar al del maestro barroco dotando a sus piezas de una impronta personal.
El propio Velázquez ya había realizado varias piezas de los bufones reales y en esta ocasión, Carreño representa igualmente al protagonista del lienzo con gran dignidad. Eugenia Martínez Vallejo fue representada en dos ocasiones por el artista y ambos cuadros hacen pareja. Ambas piezas fueron realizadas en la segunda mitad del siglo XVII, concretamente en el año 1680 y se trata de cuadros de formato vertical pintados en óleo sobre lienzo y que en la actualidad, se exhiben en el Museo del Prado de Madrid.
En uno de los lienzos la niña monstrua de Carlos II aparece vestida con un voluminoso vestido rojo y dorado en el que el artista ha demostrado su maestría a la hora de representar las telas con sumo detalle y en el colorido de su vestido se puede apreciar la influencia de la escuela veneciana en la pintura de Carreño, obviando por esta vez, los colores oscuros con los que se solían vestir los retratados.
En la otra pintura nos encontramos con una Eugenia desnuda, que posa para el artista como si de un ser mitológico se tratase, en realidad éste fue un género poco trabajado durante el barroco para hacer desnudos por lo que resulta muy innovador. La pieza nos permite apreciar su volumétrico cuerpo tan solo ocultando su sexo con una rama de parra y un racimo de uvas en una alusión al dios del vino Baco y recordándonos a aquella famosa obra de Caravaggio en la que representa al dios.
Estudios posteriores han revelado que Eugenia Martínez Vallejo sufría una enfermedad neurológica, concretamente la enfermedad de Prader Willi que le provocaba un desmesurado apetito debido a una nutación genética.