Autorretrato de Jusepe Martínez con su padre Daniel
Jusepe Martínez (1600 – 1682) es uno de los pintores barrocos más interesantes del periodo del siglo XVII en España, si bien el hecho de que residiera gran parte de su vida en Zaragoza, alejado de la corte, ha ensombrecido un tanto su reconocimiento. Si bien, incluso el gran maestro Diego Velázquez, cuando visitó la capital aragonesa en compañía del rey Felipe IV destacó el arte de este pintor. Al igual que Jusepe Martínez quedó profundamente influido de la pintura del genial artista sevillano.
Martínez era hijo de pintor, Daniel Martínez, con quien se retrata en esta obra de hacia 1630, el cual también era artista, y con él daría sus primeros pasos pictóricos. Sin embargo, pronto se fue a Italia a continuar con su formación y allí coincidió con grandes maestros como Guido Reni o José de Ribera. E incluso a su vuelta pasó un tiempo en Madrid, tratando con Alonso Cano o Pacheco. Si bien, acabó por regresar a su tierra natal, donde no le faltó el trabajo, tanto de pintura de caballete como realizando retablos y obras para distintas iglesias.
Es importante destacar que Jusepe Martínez no solo fue un pintor de renombre, sino también un teórico del arte. Su obra escrita, Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura, es un testimonio invaluable de la teoría y práctica artística de la época. En ella, Martínez no solo ofrece consejos prácticos para los pintores, sino que también reflexiona sobre la naturaleza de la pintura y su lugar en la sociedad. A través de sus palabras, podemos entender mejor cómo los artistas de su tiempo concebían su trabajo y cómo se veían a sí mismos en relación con el mundo que los rodeaba.
Este tratado, sin embargo, no vio la luz hasta mediados del siglo XIX, ya que pasó prácticamente dos siglos oculta en la Cartuja de Aula Dei de Zaragoza, donde la custodió el hijo del artista, quedando casi en el olvido.
Ese mismo hijo, que también era pintor además de cartujo, igualmente tuvo en su poder el cuadro que aquí mostramos. En él vemos a Jusepe Martínez retratando a su padre Daniel. Una obra muy del gusto de su tiempo. Un cuadro dentro del cuadro, donde el pintor se expone con orgullo realizando su trabajo, que más que algo manual lo considera una labor intelectual. Se le ve con sus herramientas de trabajo y mirándonos directamente. Homenajea a su padre, pero también a sí mismo.
No fue el único pintor que se autorretrató en esa actitud. El propio Velázquez en Las Meninas es el máximo exponente, pero hay más. Todos ellos están tratando de darle un mayor prestigio a su oficio.
Pero más allá del significado, también hay que destacar la factura de la obra. En ella es un elemento muy importante el tratamiento que hace de la luz, capaz de dirigirla de una forma estratégica hacia los rostros de ambos, de padre e hijo, que los hace destacar entre la penumbra general de la escena. Este uso magistral de la luz es una de las características más destacadas de la pintura barroca y es un testimonio de la habilidad de Martínez como pintor.