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Retratos Doni, Rafael

Publicado por Laura Prieto Fernández

Rafael de Urbino, también conocido como Rafael de Sanzio, es una de las figuras artísticas más destacadas del Renacimiento Italiano, su obra amable y realista entusiasmó a las esferas más altas de la sociedad italiana y con el tiempo ha pasado a ser uno de los principales maestros del Renacimiento. En este sentido son famosas sus Madonas, las composiciones de la Virgen con el Niño como protagonistas de la escena, que tanto gustaron y tan famoso le hicieron; no obstante el artista no sólo tuvo éxito con los cuadros religiosos, los retratos eran otra de las especialidades del de Urbino.

En esta ocasión nos encontramos con dos retratos de importantes comerciantes florentinos, a menudo el apellido Doni nos remite al famoso Tondo Doni, una pequeña y conocida obra del artista Miguel Ángel Buonarroti. Esto es así ya que los comitentes del Tondo Doni y los de los retratos de Rafael eran de la misma familia, una rica y acaudalada estirpe de comerciantes florentinos que cosechaba numerosos éxitos en sus negocios.

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Los retratos de Angolo Doni y Magdalena Doni están realizados son dos composiciones verticales que cada una de ellas miden poco más de sesenta y cinco centímetros de altura y casi cuarenta y seis de anchura. Están realizados en óleo sobre lienzo y parece ser que pudieron ser pintados en torno al año 1506. Es posible que los dos retratos se configurasen en origen como un díptico y que fuesen pintados con motivo del enlace de la pareja. En realidad la boda de Angolo y Magdalena Doni se celebró en el año 1504 sin embargo los novios aprovecharían la estancia del magnífico pintor para inmortalizar sus retratos.

En el caso de Magdalena observamos una mujer de complexión que se dispone en un primer plano frente al espectador pero que desvía su mirada hacia el exterior del lienzo como si algo llamase su atención. Aparece ataviada con sus mejores galas y llama especialmente la atención la importancia y detallismo con la que el artista ha retratado las joyas de la mujer. Su disposición en la logia y con el paisaje natural de fondo nos deja ver las influencias leonardescas en la obra de Rafael y las comparaciones con la famosísima Gioconda o Mona Lisa resulta inevitables.

Además, la postura de Magdalena, con la mano sobre el pecho, es una clara alusión a la virtud y la modestia, valores muy apreciados en la sociedad de la época. La mirada perdida hacia el exterior del cuadro puede interpretarse como una reflexión introspectiva, un detalle que humaniza a la retratada y que muestra la habilidad de Rafael para captar la esencia de sus modelos.

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Por su parte en el retrato de Angolo Doni el artista nos muestra una nueva faceta a la que quizás no nos tiene tan acostumbrados, el retrato de Angolo es duro e implacable; la amabilidad a la que Rafael nos tiene acostumbrados en sus obras ha dejado paso a un retrato realista de duras facciones y gesto severo, en el que se aprecian los ecos del retrato psicológico y no idealizado. El retratado ocupa casi toda la composición dejando sólo pequeños espacios por donde se vislumbra el paisaje natural. Destaca el rojo de sus ropajes que se contrapone con el negro de la casaca y nos remite a algunas piezas de Piero della Francesca –véase el Retrato del Duque de Urbino- que fácilmente el artista pudo conocer.

Angolo Doni, al igual que su esposa, está situado en un espacio arquitectónico que se abre a un paisaje, una característica típica de los retratos del Renacimiento. Su expresión seria y su mirada penetrante reflejan su carácter fuerte y decidido. La elección de colores intensos y contrastantes para su vestimenta, así como la atención al detalle en la representación de las texturas, demuestran la maestría de Rafael en el uso del óleo. En definitiva, estos retratos son un testimonio del talento de Rafael para captar la personalidad y la esencia de sus modelos, así como de su habilidad para combinar la representación realista con la idealización propia del Renacimiento.