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Busto de Luis XIV, Bernini

Publicado por Laura Prieto Fernández

El busto del monarca Luis XIV realizado por el escultor del barroco Bernini es una de las obras más destacadas del artista; con esta pieza se incorpora al mundo del arte un nuevo concepto escultórico y resurge la tipología del busto realista que se había perdido en la etapa renacentista anterior.

Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) es el escultor más destacado de la época barroca. Nacido en Nápoles, los primeros pasos de su formación artística fueron de la mano de su padre, un escultor manierista que gozo de cierto prestigio en su época. Fue precisamente el padre de éste quien lo introdujo en el mundo del arte poniéndole en contacto con alguno de los mecenas más importantes de la época. A principios del siglo XVII el artista se establece en Roma para trabajar a las órdenes de Paulo V. Desde este momento Bernini gozará de la protección del papado, a lo largo de su vida trabajara para siete papas, realizando algunos de los encargos más importantes de toda Italia.

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En torno al año 1664 Luis XIV, rey de Francia, pidió permiso al papa para llevarse a su mejor artista a su corte de Francia. Alejandro VII envió a Bernini a la corte francesa con el fin de trabajar en la remodelación del Palacio del Louvre; sin embargo el proyecto propuesto por Bernini no llegó a convencer a los comisionados franceses y solo seis meses después el artista regresaba a Italia. Fue precisamente en este viaje cuando el artista talló este busto con la figura del monarca.

Luis XIV (1638-1715), conocido como el Rey Sol, se convirtió en la típica representación del monarca absolutista. Bernini ha sabio captar a la perfección la personalidad del monarca absolutista con la única representación del busto; sin ningún elemento adicional el artista ha representado al rey francés con elegancia y distinción pero con la soberbia de la que a menudo hacía gala.

El monarca aparece con el rostro girado hacia la derecha y ligeramente alzado. El pelo largo y sedoso cae sobre sus hombros en bucles bien definidos. Especial mención merece el pañuelo anudado al cuello donde el artista ha cuidado cada detalle de la decoración y la túnica que se recoge en pliegues voladizos en la zona inferior.

La composición piramidal del busto ha sido recreada con gran ligereza por parte del artista; la pieza realizada en mármol blanquecino lejos de ser pesada parece volátil como si flotase en el aire gracias a los pliegues de los ropajes situados en la parte inferior de la obra. Es precisamente en estos pliegues y en los bucles del pelo, donde Bernini juega con los cambios de luz recreando un efecto de claroscuro típico de la estatuaria barroca. La teatralidad de la composición se ve acentuada por el dinamismo de la figura; el rey aparece con un movimiento en acto –pathos- que se aleja de la estatuaria renacentista más contenida y recatada. Bernini ha puesto un especial cuidado en la representación de las calidades táctiles otorgando a la obra un gran realismo.