Neptuno y Tritón de Bernini
Este grupo escultórico realizado en mármol y cobre por el artista italiano Gianlorenzo Bernini en el año 1620, lo concibió para que sirviera de coronación a un estanque de agua en el jardín de la Villa Montalto en Roma. El conjunto debería estar colocado sobre una balaustrada, precisamente delante de un muro que no tenía ningún vano y quedaría enmarcado por dos fuentes de pequeño tamaño.
Pensando en esa colocación, el escultor realizó una obra donde las figuras están a una escala ligeramente superior a la humana, y sobre todo diseñó el grupo para que tuviera una única perspectiva y un único punto de vista. Sin embargo, hoy la obra permanece expuesta en el Victoria and Albert Museum de Londres, tal y como se muestra en la fotografía.
Por esa razón, en la actualidad los visitantes pueden rodear los 360 grados del entorno de la escultura, de ahí que al girar y contemplarla desde ciertos puntos de vista se puede apreciar que hay perspectivas en las que la obra pierde coherencia.
Y es que Bernini tenía muy en cuenta los emplazamientos definitivos de sus obras para que se integraran a la perfección en sus entornos arquitectónicos, así como trabajaba principalmente los puntos de vista que iban a ser posibles desde esas ubicaciones, como se puede apreciar en obras maestras como El Éxtasis de Santa Teresa o El Profeta Habacuc y el ángel de la iglesia romana de Santa María del Popolo. Mientras que si trabajaba en obras que iban a quedar completamente individualizadas, se esmeraba mucho más en todo el conjunto de la obra, como se puede ver por ejemplo en su David.
En el caso del grupo de Neptuno y el Tritón, se centra principalmente en el movimiento del dios del mar, el cual de forma muy enérgica va a clavar su tridente, realizado en cobre, o sea metálico, como sería según la mitología latina. Con ese movimiento iba a ser capaz de pacificar las olas.
Elegir un momento como ese, es típico de las composiciones de sus obras. Ya que por regla general elige para sus representaciones los instantes más álgidos y fugaces. Y eso lo consigue con unas formas que son todo dinamismo y movimiento, algo habitual de la plástica del estilo barroco. Al igual que es propio de la escultura barroca el dramatismo de las escenas, la representación de clímax que plasmen bien a las claras la esencia de cada episodio o el carácter de los personajes representados.