Estatua de Constantino de Bernini
Esta es otra de las grandes esculturas que realizó Gian Lorenzo Bernini en el interior de la Basílica de San Pedro del Vaticano, donde se pueden ver otras obras maestras suyas como la figura de San Longinos o el imponente Baldaquino.
Este Monumento ecuestre de Constantino la labró en mármol entre los años 1654 y 1668 y está dedicada al emperador romano que convirtió al Cristianismo en su religión oficial.
Bernini evidentemente hace una escultura de bulto redondo, sin embargo la obra tiene un claro concepto pictórico y prevalece el punto de vista frontal, y especialmente para contemplarla desde el pórtico de San Pedro. De alguna forma, el escultor nos obliga a buscar el punto correcto para observar su obra, la cual además queda perfectamente enmarcada por esa arcada.
Y pese a ese aparente estatismo, estamos ante una obra plenamente barroca. Algo que se manifiesta claramente en el cortinaje de estuvo que se ve tras la figura. Una cortina que parece barrida por el viento y que tiene cuatro funciones distintas.
En primer lugar, es un firme apoyo para el movimiento del caballo, que parece un como encabritado. Por otra parte, la presencia de esa simulación de cortina nos plantea la relación entre el monumento y el tamaño del nicho que ocupa. Además no hay que olvidar que este recurso de los grandes cortinajes siempre se había usado tanto en pintura como en escultura para representar a figuras regias, algo que también era habitual en los salones de la realeza. Y por último, se convierte en un fondo fantástico que aporta colorido, sombras y luces a la obra y que reincide en el carácter pictórico de esta obra.
Respecto al caballo y esa posición con las dos patas delanteras levantadas, se debe a que se pretende darle un tono heroico a la figura, además de concederle mucho dinamismo y también dramatismo a la representación. Un tipo de figura que de alguna forma Bernini la estableció como canon para todas la figuras ecuestres que se realizaron durante el periodo del arte Barroco, y hasta él lo volvió a utilizar en un monumento ecuestre que hizo del rey francés Luis XIV, el cual no ha llegado hasta nuestros días, como sí es el caso del busto que hizo del monarca.
No obstante, en el caso del Monumento a Constantino, el artista no solo se lo plantea como la representación del primer emperador cristiano. En realidad, Bernini busca utilizar todos los recursos artísticos para plantear dramáticamente un fragmento de la historia, el preciso momento en el que se convierte a la fe la Cruz en el cielo. Una alegoría que como es habitual en Bernini, no está explícita, sino implícita.