El Profeta de Habacuc y el ángel de Bernini
Esta escultura del artista barroco Gian Lorenzo Bernini se encuentra en la iglesia de Santa María del Popolo de Roma. Es un grupo que el escultor realizó en mármol entre los años 1655 y 1661.
En realidad se puede considerar como un duplicado de una obra anterior, de un Jonás de Lorenzetti, realizado durante el Renacimiento. Si bien en el grupo de Bernini se pierde por completo el carácter de relieve, y en cambio se logra enfáticamente la tercera dimensión.
Como es habitual en el conjunto de las obras de Bernini, sus esculturas se extienden en la profundidad, y siempre las trabaja en disposiciones de planos muy complejas, a partir de movimientos de las figuras muy contrastados en el espacio. Por ello Bernini es seguramente el gran escultor del Barroco, un estilo donde prima el dinamismo y el movimiento.
En este caso se puede comprobar con los movimientos contrapuestos de las piernas, el torso y la cabeza. Un ritmo al que hay que sumar la posición del brazo que cruza todo el cuerpo, mientras que el ángel aparece girado hacia el nicho de la capilla Chigi de la citada iglesia.
Por ejemplo, si vemos la escultura en su emplazamiento definitivo, conforme miramos al profeta Habacuc más frontalmente, curiosamente observamos la figura del ángel cada vez más escorzado. Y en cambio, observando todo el grupo en conjunto, es cuando se capta por completo el significado del diseño de la obra.
Cuando no lo contemplamos exactamente desde el centro, entonces se perciben movimiento que parecen descoordinados que favorecen la apreciación de algún detalle individualizado. Y es que si se va cambiando la perspectiva de observación se obtienen distintas vistas parciales.
No es que la escultura barroca tenga diferentes puntos de vista, si no que el talento de Bernini lograba anclar sus obras escultóricas al ambiente donde se sitúan, de manera que él elige los puntos de vista con antelación y ya las concibe teniendo en cuenta esas posiciones del observador.
Consigue que se muevan en la profundidad y las integra en el mismo espacio donde se ubica el espectador. En realidad necesita la continuidad del espacio donde se encuentran. Por ejemplo, aquí el ángel señala otro nicho en el que estaría otro profeta, Daniel. Mientras que con su brazo, Habacuc parece dirigirse a unos imaginarios labradores.
Porque lo que nos presenta esta escultura es un pasaje del Libro de Daniel. En este episodio, Habacuc iba a llevar comida kosher a los agricultores judíos, pero un ángel apareció y lo agarró de los pelos para llevárselo a Babilonia, para meterlo en el foso de los leones donde estaba preso Daniel, para que le diera a él la comida. Y después lo volvió a trasladar hasta los hebreos.
En definitiva, aquí Bernini crea una obra escultórica pero al mismo tiempo muy pictórica, que aunque invita a variar los puntos de observación, lo cierto es que requiere un punto de vista concreto para apreciar todo su significado y calidades.