Esculturas de San Pedro de Moissac (I)
En el Camino francés hacia Santiago de Compostela, se encuentra Moissac, una población situada en el sur de Francia, en la Región del Midi-Pirineos, lugar en el que se alberga un gran monasterio, con una iglesia abacial dedicada a San Pedro.
Dicho monasterio pertenecía a la orden de Cluny, la más importante dentro del panorama del Románico, y uno de los vehículos más destacados de la difusión del estilo junto con las peregrinaciones. En un monasterio se incluía no solo la iglesia destinada al culto a Dios, sino también muchos otros edificios necesarios para la vida de la comunidad, los dormitorios, el refectorio, espacios para la cocina, el huerto, el cuidado de los animales, etc. Una parte importante del monasterio la constituye el claustro, galería cubierta de cuatro lados construida normalmente alrededor de un jardín o fuente, que sirve para que los monjes puedan pasear y hablar entre ellos.
La vida comunitaria de los monjes cluniacenses seguía la regla benedictina, poniendo el énfasis en el cultivo espiritual de la persona, basado en los Evangelios, la dedicación a los oficios corales y el esplendor y la solemnidad del culto. San Benito había expuesto las principales reglas que debía cumplir un cristiano si realmente buscaba a Dios, que eran vivir en paz con los demás, no querer hacer siempre su voluntad, ni tener una idea exagerada de su importancia, ya que debía vivir con sencillez sin desear la posesión de muchos bienes materiales, además de rezar y estudiar la Biblia.
Con el paso del tiempo se dio cada vez más importancia a la magnificencia y solemnidad del culto y de los edificios que lo albergaban. En el claustro de Moissac (una inscripción en uno de sus pilares indica que se terminó en el año 1100), se observa que coinciden la disponibilidad de fondos y el deseo de emplearlos en un edificio y en una decoración complejos. A lo largo de todo él hay columnitas que presentan capiteles decorados con follaje, animales e historias de la Biblia, como por ejemplo la representación de la escena de “Daniel en el foso de los leones”. Daniel era un profeta judío que terminó en un foso de leones por su lealtad al Señor, pero un ángel enviado por éste, cerró la boca de las fieras y éstos no quisieron herir a Daniel. Esta historia formaba parte de la tradición cristiana trasmitida por generaciones al escultor que realizó el capitel y éste la expresa representando a Daniel en un gesto de devoción y en las posturas heráldicas de los leones, que muestran su falta de entusiasmo por comerse al profeta, dándole la espalda. Es posible que el escultor fuese analfabeto, ya que tuvo dificultad en colocar las palabras latinas que identifican al hombre (“Danielem cum leonis”), y así algunas letras, como la “ese” están esculpidas al revés y, algún trozo de la inscripción se lee verticalmente, como si el escultor considerase las letras simplemente como un adorno que había que incluir en la composición. Otros artistas románicos parecen haber compartido esta opinión respecto a las palabras escritas, pues aparecen frecuentemente inscripciones usadas decorativamente en esculturas y manuscritos.