Esculturas del Puente Mirabeau de Injalbert
En París hay numerosos puentes uniendo las dos orillas del Sena. Y casi la totalidad de ellos están cargados de literatura, historia, monumentalidad y arte. Uno de ellos, aunque quizás de los menos renombrados es el Puente Mirabeau.
Este puente se construyó a finales del siglo XIX, concretamente entre 1893 y 1896. Y se hizo por orden del propio Presidente de la República de la época. Una obra que dirigió el ingeniero Paul Rabel que por entonces era el responsable de los puentes parisinos y por supuesto siguió un diseño muy del gusto del momento. Porque hay que tener en cuenta que esta obra es casi contemporánea a la construcción de la Torre Eiffel, la cual por cierto también está cerca del rio Sena y es visible casi desde cualquier punto de la ciudad.
Por ello el material principal usado en la construcción de este puente es el hierro. Con él se forman tres arcos. Uno central de más de 90 metros de luz, y dos laterales que tienen más o menos un tercio de esa longitud. Por lo tanto el puente se apoya en dos soportes sobre el cauce, dos soportes que recuerdan la forma de los barcos.
Es ahí donde el escultor Jean Antoine Injalbert (1845 – 1933) instaló sus cuatro grandes figuras alegóricas. Estas cuatro esculturas de bronce son mujeres que representan la personificación de la ciudad de París, y conceptos como la navegación, el comercio y la abundancia.
Estas figuras fueron la primera gran obra de Injalbert, e incluso cuando se inauguraron con el puente 1896 le supusieron el máximo galardón de las artes en Francia, la Legión de Honor. Sin duda un enorme éxito para un hombre que había nacido al sur del país, hijo de un cantero y huérfano de madre desde el día de su nacimiento.
Aquello le trajo mucho prestigio y más trabajo, y no cesó de recibir encargos de carácter urbano durante toda su vida. Y en todos ellos plasmó su fuerte imaginación y su vasta cultura. Porque sin duda se trata de un artista que pese a la cada vez más poderosa irrupción de las formas de vanguardia, él siempre cultivó un arte inspirado en el pasado. De hecho, se le define en muchas ocasiones como un artista neobarroco, perfecto conocedor tanto del arte italiano como del francés, y en general de todo el arte europeo de siglos anteriores.