Puente de Triana
Como en otros muchos puentes de diferentes épocas que aparecen a lo largo de esta web desde el Puente romano de Córdoba, hasta el Puente de Brooklyn en Nueva York, se trata de obras que tienen evidentemente una carácter de obra de ingeniería, pero también este tipo de puentes van más allá de su valor como infraestructura, y ya desde su fase de proyecto se concibieron como obra artística, capaz de salvar las dos orillas de un río mediante una arquitectura hermosa.
Por eso no es extraño que este tipo de obras al final superen el rango de obras de ingeniería, al tratarse de creaciones artísticas usadas por la población. Los habitantes de una ciudad contemplan y pasean por esas obras de arte, por ello puentes como los citados o el Ponte Vecchio de Florencia, el Puente Viejo de Mostar o el Ponte de Sant’Angelo de Roma acaban siendo símbolos de esas urbes, e incluso reclamos turísticos.
En esa categoría también entra el Puente de Triana en Sevilla, sobre las aguas del río Guadalquivir. Este puente, además de considerarse el más antiguo de la urbe, también es el más querido y bello de todos.
En realidad, su nombre oficial es Puente de Isabel II, ya que fue esta reina española la que acudió hasta la capital andaluza para inaugurarlo en el año 1852. Sin embargo, su nombre popular es el de Triana, ya que une el centro de la ciudad con el famoso barrio trianero.
Puede parecer mentira, pero hasta que no se construyó este puente, jamás hubo en una ciudad del prestigio y tamaño de Sevilla, un puente de semejantes características. Siempre se cruzaron las aguas del Guadalquivir mediante pasos estables de barcas, y aunque hubo proyectos de puentes elevados, lo cierto es que ninguno terminó por llevarse a cabo.
Siempre se argumentaba que el Guadalquivir a su paso por Sevilla es muy ancho y que era muy caro construir un puente aquí. Sin embargo, a mediados del siglo XIX se decidió impulsar de forma definitiva esta obra. Para ello se hizo un encargo a los ingenieros franceses Gustave Steinacher y Fernando Bernadet.
Obviamente estos creadores se inspiraron en obras que conocían bien. En este caso en el Puente del Carrusel sobre el Sena, en París. Un puente que no ha llegado hasta nuestros días. De este modo, comenzaron las obras en el año 1845, y siete años después estaba acabado, lo que lo convierte en el primer puente de hierro construido en España. En realidad, solo son de hierro fundido los arcos, mientras que todo se sustenta en pilares de piedra.