Estela de Ategua
En la provincia de Córdoba se encuentran los restos arqueológicos del que ha sido considerado por los expertos como uno de los mayores poblados tartesos hallados hasta el momento. Los restos arqueológicos tartesos han aparecido en el yacimiento de la Ategua, lugar en el que también se han encontrado otros conjuntos de origen íbero y romano. La gran cantidad de restos hallados en la zona nos habla de su importancia como uno de los enclaves más destacados en el Mediterráneo.
A finales de la década de los sesenta en el siglo XX fue hallada en la zona una piedra de caliza esgrafiada que mide más de ciento sesenta centímetros de alto, casi ochenta centímetros de anchura y poco más de treinta centímetros de profundidad y es conocida como la estela de Ategua; según los estudios realizados por los arqueólogos la pieza dataría de en torno al siglo VII a.C. tratándose de una estela de tipo funeraria. En la pieza encontramos incisiones de tipo esquemático que representan algunos de los elementos más definitorios de la cultura tartesa.
Pese a haber perdido parte de la estela – la parte superior izquierda se encuentra fragmentada debido seguramente al mal manejo de la misma en su extracción- aún podemos observar en la zona superior una figura humana de gran tamaño que representaría a un guerrero; el guerrero se encuentra ataviado con casco y coraza donde el artista ha desplegado parte de su creatividad decorando la mismas con formas geométricas que se cruzan y entrelazan una y otra vez. El hombre no porta ningún arma sino que éstas se disponen a su alrededor, este tipo de representaciones son comunes en las estelas de los guerreros, de manera que el hombre aparece representado como un héroe rodeado de un verdadero ajuar militar, en relación a su actividad.
En la zona inferior encontramos de nuevo la figura de este guerrero, esta vez situado en una pira funeraria mientras otro personaje llora la pérdida del héroe escondiendo su rostro entre los brazos en señal de duelo. El difunto es nuevamente representado, esta vez subiendo a un simbólico carro que debe de trasladarlo al inframundo y que aparece flanqueado por dos animales, seguramente los cuales serían ofrecidos a los dioses en honor del guerrero para salvaguardar su alma. El carro funerario ha sido representado por el artista con un particular punto de perspectiva muy particular, una perspectiva realizada a vista de pájaro, tirando del carro aparecen también las figuras de dos caballos representados de manera muy geométrica.
Completando la composición aparecen dos grupos de figuras humanas, un grupo con cuatro personas y otro en el lado derecho con tres personas. Algunos autores sugieren una diferencia de género entre ambos grupos: el grupo más numeroso ha sido identificado por los expertos como figuras femeninas debido al gran tamaño de sus cabezas en las que parecen figurar unas diademas decorativas; por su parte el grupo de tres personajes se ha identificado con figuras masculinas debido a su mayor tamaño.