Hércules y Licas, Canova
A menudo la obra escultórica de Antonio Canova está asociada con un estilo tranquilo y sosegado que nos remite a las formas de la antigüedad clásica; sin embargo, en esta ocasión el grupo escultórico que aquí analizamos rompe la armonía a la que Canova nos tiene acostumbrados con una obra enérgica en la que es fácilmente reconocible la terribilitá que cosechó Miguel Ángel o la tensión que años después podremos apreciar en algunas de las obras del famoso escultor francés Auguste Rodin.
Antonio Canova (1757 – 1822) fue un escultor, aunque también realizó algunas obras pictóricas, de origen italiano. Su fama llegó a traspasar las fronteras de su Italia natal y durante mucho tiempo fue considerado uno de los escultores europeos más destacados siguiendo la estela de grandes genios como Miguel Ángel o el mismísimo Bernini. Procedente de la pequeña localidad de Possagno, Venecia, su formación tuvo lugar en distintos talleres venecianos y desde muy joven mostró grandes dotes para la escultura superando con creces a
los maestros que supuestamente debían formarle. El estudio de grandes colecciones de arte clásico fue fundamental para Canova adquiriendo en su producción las mismas formas elegantes y naturalistas del mundo clásico.
La obra que aquí nos ocupa lleva por título Hércules y Licas y se trata de un grupo escultórico realizado en bulto redondo con mármol de primera calidad. La obra fue encargada en marzo de 1795 por el noble Gaetani quien había podido observar un grupo de Venus y Adonis que poseía en su jardín el Marqués Berio. Gaetani quedó fuertemente prendado de la obra de su compatriota y quiso para sí un grupo similar.
El tema escogido para ello fue una de las historias preferidas de los poetas clásicos, en ella se relata como Hércules arroja sin piedad por los aires al joven Licas después de que éste le hubiese entregado, sin saberlo e instigado por Deyanira, una túnica mancha con la sangre del centauro Neso que le ocasionó un grave dolor.
En la obra se puede apreciar como el semidios, en un momento de rabia y dolor máximo, se arquea tensando todos sus músculos para arrojar por los aires al joven cuya constitución débil a penas le permite poner ningún tipo de resistencia. Ambas figuras forman un magnífico arco en tensión, con un perfecto estudio de la anatomía humana sobre todo en la figura de Hércules. Especial mención merece además el rostro de Licas, con un patente semblante de pánico. El joven trata de agarrarse a un pequeño altar que se sitúa justo detrás del héroe mientras que en el suelo vemos la piel del león, uno de los doce trabajos.
Durante algún tiempo y debido a los acontecimientos políticos de la época la escultura quedó durante algún tiempo abandonada tanto por el artista como por su promotor, hasta que finalmente el encargo fue adquirido por el banquero italiano Torlonia en el año 1800 y Canova la concluyó en 1815.