Beatos mozárabes (II)
De entre la treintena de beatos mozárabes que han llegado hasta nuestros días, debemos destacar algunas piezas significativas como por ejemplo:
Durante el siglo X y XI, la península ibérica fue testigo de una convivencia única entre cristianos y musulmanes, cuyo impacto cultural se refleja en los beatos mozárabes. Estos manuscritos no solo sirvieron como textos religiosos, sino que también fueron una respuesta al ambiente plural de la época. La coexistencia de distintas culturas propició una riqueza artística y literaria que se plasmó en estos documentos.
El Beato Magius, también conocido como beato de Liébana o Morgan; aunque su datación no es del todo exacta, parece que esta singular pieza pudo ser el primero de estos libros ilustrados, en la actualidad los estudios fechan su producción en la segunda mitad del siglo X, entre los años 955 y 980. La obra fue realizada en el Monasterio de San Miguel de la Escalada por el monje Magius.
El Beato Magius destaca por su iconografía detallada y el uso de técnicas innovadoras para su tiempo. Las miniaturas muestran una influencia mixta de estilos visigodos e islámicos, evidenciando la interculturalidad del momento. Sus representaciones de escenas bíblicas se elaboraron con un enfoque narrativo que atrajo tanto a estudiosos como a creyentes, afianzando su relevancia en la tradición manuscrita.
Del scriptorium del Monasterio de San Millán de la Cogolla han llegado hasta nuestros días tres libros de beatos diferentes: el Beato del Escorial, el de San Millán de la Cogolla y una tercera obra conocida como Beato Primero de la Biblioteca Nacional. En el Beato del Escorial fue realizado en la segunda mitad del siglo X y contiene más de cincuenta ilustraciones en las que se aprecia un estilo muy parecido al utilizado en la obra Moralia, sive Expositio in Job (un comentario de San Gregorio realizado al Libro de Job). Por su parte el Beato Primero de la Biblioteca Nacional tan sólo contienen una veintena de ilustraciones pero éstas son sin duda de mayor calidad artística y presentan una clara influencia de la estética islámica. El Beato de San Millán de la Cogolla sería el más reciente de todos ellos –fechado en el primer tercio del siglo XI- y adquiere una especial relevancia debido a que en su producción se aprecian la mano de al menos dos artistas con estilos muy diferentes.
La influencia del arte islámico en los manuscritos mozárabes es evidente en la ornamentación geométrica y los motivos decorativos que enriquecen las páginas de los beatos. La incorporación de estilos islámicos refleja no solo una convivencia pacífica, sino también un intercambio cultural que enriqueció ambas tradiciones artísticas. Estas influencias son palpables en el uso de colores vivos y en la simetría de los diseños.
Los scriptoriums de los monasterios, como el de San Millán de la Cogolla, fueron centros vitales para la producción y conservación de beatos. Estos lugares no solo se dedicaban a copiar manuscritos, sino también a formar escribas y artistas que aseguraban la transmisión del conocimiento a través de generaciones. Los scriptoriums fungieron como pilares en la preservación del legado cultural y religioso de la época.
De especial interés resulta el conocido como Beato de Gerona por el manuscrito con mayor número de ilustraciones que se ha conservado. La pieza presenta nada menos que ciento catorce ilustraciones recogidas en sus más de quinientas páginas. La obra fue trasladada a la Catedral de Gerona a principios del siglo XI, sin embargo los estudios acerca de la pieza parecen concluir que fuese realizada en el Monasterio de Tábara (Zamora).
El Beato de Valcavado data de finales del siglo X, en el año 970. Su autor es un monje llamado Oveco del que no se ha podido conocer su verdadero origen pero sí su comitente, la pieza sería encargada por el Monasterio de Santa María de Valcavado de Palencia. El manuscrito presenta unas ochenta y siete miniaturas repartidas entre sus casi doscientas treinta páginas.
A lo largo del siglo XI se aprecia una evolución en la estética de los beatos, sus miniaturas se van alejando paulatinamente de las formas mozárabes para recrearse en una estética más europea que entronca con el estilo románico. En este sentido debemos destacar uno de los beatos más importantes, el de Fernando I y doña Sancha; se trata de un manuscrito con más de seiscientas páginas escritas con letra visigoda y que aparecen iluminadas por unas ochenta y siete miniaturas. Su autor es un monje conocido como Facundo procedente de la Basílica de San Isidoro de León.
El Beato de Fernando I y doña Sancha es una obra que evidencia el impulso de la realeza en la creación de manuscritos. Encargado para conmemorar eventos relevantes, el manuscrito no solo destaca por su calidad artística, sino también por su papel en la consolidación de un patrimonio cultural que unificaba los intereses religiosos y políticos de la corte. Este beato es un testimonio concreto del prestigio asociado a la producción de textos sagrados.