Tapices flamencos de Pastrana
En la pequeña localidad española de Pastrana, dentro de la provincia de Guadalajara, se conserva un enorme tesoro textil. Un conjunto de tapices flamencos, elaborados a lo largo del siglo XV en la ciudad de Tournai, en la actual Bélgica. E incluso dadas sus dimensiones y calidad, se especula que saldrían de uno de los talleres más prestigiosos de esa ciudad, el de Passchier Grenier.
Estos tapices corresponden a dos series distintas. La primera la formaría cuatro gigantescos tapices (10 x 6 metros de superficie). Unos tapices realizados entre los años 1472 y 1475 para plasmar las conquistas que había hecho el rey Alfonso V de Portugal en el norte de África. Así el título de cada uno de ellos es El Desembarco en Arcila, El Cerco de Arcila, El Asalto de Arcila y La Toma de Tánger. Y el quinto y sexto correspondería a otra serie con El Cerco del Alcázar Seguer y La Entrada en Alcázar Seguer, hechos protagonizados por ese mismo rey, que sería quien encargaría la realización del conjunto.
Está claro que cuando se hicieron estas creaciones, se confeccionaron para ensalzar al monarca, y lo interesante, es que se hicieron con muy poca distancia temporal entre lo relatado y el momento de tejer, lo cual le da cierto tono de documento gráfico, casi de reportaje sobre ese acontecimiento. Si bien, un reportaje con fantásticas luchas, numerosos personajes o detalles llamativos, como que las ciudades norteafricanas parezcan de la Europa septentrional, ya que los tejedores plasmaban las ciudades que ellos conocían.
Pero, ¿cómo llegaron estos tapices hasta este lugar de Guadalajara? Pues fue una adquisición del cuarto duque de Pastrana, Rodrigo de Silva, el cual era hijo de la famosa Princesa de Éboli y su marido portugués. Por eso los compró, pero como no cabían en su palacio los donó la Colegiata de la Asunción, en cuyo museo se exponen en la actualidad tras un profundo periodo de restauración.
Esa laboriosa restauración permite apreciar toda su calidad en la actualidad. Es increíble la minuciosidad puesta en los más mínimos detalles de los ropajes, las armas o los rostros de los muchísimos personajes de estos tejidos. A eso hay que sumar su luminosidad y los fuertes contrastes de colores.
Es decir, estamos antes unas obras de gran valía dentro del arte textil del Gótico, en la que por momentos se generan personajes muy expresivos, sobre todo en las caras que vemos hasta lágrimas o expresiones de esfuerzo máximo o de horror ante los combates. Sobre todo en la tela dedicada a la Toma de Tánger, en la que hay un gran dramatismo.