El Patrimonio cultural inmaterial en los museos
El patrimonio cultural, además de responder a otros órdenes de clasificación diversos, se puede dividir en función de su tangibilidad/materialidad o intangibilidad/inmaterialidad. En contra de lo que el término intangible/material puede hacer suponer este tipo de patrimonio puede sustentarse en objetos (de carácter secundario), aunque su definición responde a la idea del compendio de aquellas manifestaciones de carácter no físico generadas por una cultura o un grupo en particular.
Es la UNESCO, organización guardiana del patrimonio, la institución que más desvelos ha tenido por el cuidado y reconocimiento de esta clase de herencia; ya en 1989 destacaba la importancia del patrimonio cultural inmaterial en su Recomendación para la salvaguardia de la cultura tradicional y popular, del mismo modo que sucederá en 2001 en su Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural y en 2002 en la Declaración de Estambul.
En París, en octubre de 2003, dicha institución celebró una reunión, la Convención para la salvaguardia del Patrimonio cultural inmaterial, en la que se estableció como elementos definitorios del mismo «los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos, y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural». Junto con esto, señalará asimismo que «este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos […] infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad […]».
Una definición tan clara y exacta no podía dejar lugar a dudas a la hora de establecer las manifestaciones a incluir en la lista de Patrimonio cultural inmaterial: «tradiciones orales (idiomas inclusive), artes del espectáculo, usos sociales, rituales y actos festivos, técnicas artesanales tradicionales y conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo.»
Posteriores convenciones han reafirmado la intención primera de guarda, protección y difusión de este patrimonio, siendo uno de los medios a emplear para tal fin la musealización de dichas manifestaciones. Es aquí donde el concepto se cruza con la etnografía; así, museos dedicados a fiestas, tradiciones, leyendas, folclore, etc. se integran dentro de esta categoría.