Museos e instituciones antes del siglo XX
Los museos están directamente relacionados con el coleccionismo. Como institución nacieron a finales del siglo XVIII, aunque su auge y desarrollo comienza a principios del siglo XIX, sobre todo después de la Revolución francesa, cuando los bienes pertenecientes a la Corona y a la Iglesia pasaron a poder del Estado. De esta manera nació el Museo del Prado, en España. Lo mismo sucedió en Inglaterra con la National Gallery y el British Museum.
En el caso de España el Museo Nacional del Prado fue creado a raíz del mandato de Fernando VII, para trasladar la colección real desde el Palacio Real de Oriente al edificio de Carlos III mandó construir, el proyecto estuvo a cargo del arquitecto Villanueva.
Más tarde, también en España con la desamortización de Mendizábal, en época de Isabel II, al desposeer las órdenes religiosas de sus bienes mueble e inmuebles, los museos experimentaron un gran desarrollo, convirtiéndose así los antiguos y grandes conventos y monasterios en Museos Provinciales, precedente de los actuales Museos de las Bellas Artes, albergando colecciones de pintura y escultura religiosa principalmente.
Es importante el anotar que las medidas desamortizadoras no tuvieron el éxito esperado, según demuestran los estudios de Historia política y económica. Como aspecto positivo se ha de destacar que el pueblo pudo entonces acceder a la cultura y al arte que hasta ahora había estado en manos privadas. Como aspecto negativo también es destacable que muchas de las obras que se sacaron de instituciones religiosas no estaban hechas para estar expuestas, y por tanto, perdieron en gran parte su contexto como obras de arte. Unido a estos factores es reseñable el hecho de la gran pérdida de material tanto mueble como inmueble tanto por traslados como por reformas.
El museo como institución está relacionado de forma directa con el coleccionismo, afirmábamos al principio, y es que la práctica del coleccionismo (el afán de atesorar objetos por snobismo, prestigio social o gusto propio) aparece ya en la Antigüedad clásica. Alejandro Magno fue un coleccionista de objetos atesorados durante sus campañas. Los generales romanos medían su victoria en función de las obras de arte que traían, sobre todo de Grecia, debido al prestigio que éstas otorgaban, principalmente al exhibirlas en sus casas solariegas. Pero no sería hasta siglos más tarde, con el nacimiento de la cultura humanista, cuando se vive un mayor auge del coleccionismo. Los reyes, príncipes y papas renacentistas construyeron sus studiolos para atesorar (y salvaguardar de los ladrones o enemigos) sus joyas artísticas y excéntricas, ya que allí era donde se almacenaban desde cuadros y esculturas a fósiles de animales, así como piedras «raras», animales y otro tipo de objetos curiosos provenientes de la Naturaleza. Muchas de estas colecciones formaron a pasar parte de los fondos de los grandes museos.
A finales del siglo XVIII y siglo XIX con el auge de la investigación, los descubrimientos de lugares exóticos, sobre todo del Extremo Oriente, y en gran medida del afán de estudio de la Naturaleza, surgiendo nuevos estudios como las Ciencias Naturales.
Pero esta clase de Museo se relacionaba más con un Mausoleo que con el lugar interactivo y de encuentro con la cultura que es típico de fines del siglo XX. Cabe recordar que la palabra Museo viene de Mausoleo (Templo de las Musas).