Los museos en España (II) – La actualidad
En la actualidad quedan muy lejos las instituciones museísticas con un carácter decimonónico, cerradas, emisoras de un mensaje unidireccional y axiomatizadoras. Y es que desde los años 70 el empeño principal de la denominada «nueva museología» ha consistido en dotar a estos espacios de la capacidad para generar en el espectador una información construida también a partir de su propia experiencia. En ocasiones, simplemente la determinación de adquirir una metodología y un equipo dirigido a la didáctica ha supuesto el esfuerzo principal de muchos museos españoles en la última década.
No hace tanto aún era posible encontrar en determinados museos, especialmente en los arqueológicos y botánicos, una disposición de las piezas apropiada para el estudio y la comprensión de unos pocos eruditos, más no de la mayoría de la población. Hoy día esta tendencia ha variado completamente, pudiéndose encontrar en el país muestras de una renovación y una adaptación a las necesidades del gran público de una excepcional calidad, como se puede apreciar, por ejemplo, en el caso del Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ), merecedor del premio al mejor museo europeo en el año 2004.
Una museografía innovadora y el desarrollo de medios intermediarios entre el visitante y la obra (interactivos, audiovisuales, guías, programas didácticos, etc.) forman parte del conjunto de medios aplicados en los últimos años en los museos españoles.
Existen, por supuesto, los grandes museos estatales, muchos de los cuales poseen una cantidad de obras tan ingente y de calidad que ni necesitan ampliar su oferta al visitante ni pueden hacerlo (si se exceptúan los programas dirigidos a escolares). Sin embargo, no sería justo hacer esta distinción en base de ejemplos como El Prado, obviando muestras tan atractivas como el Museo Nacional de Arte Romano, en Mérida, o el Museo Nacional de Escultura, en Valladolid.
Junto con esto, hay que tener en cuenta la capacidad regeneradora del tejido económico y social que poseen en potencia los museos, algo que se ha podido comprobar en diversos países de Europa y que no estaría tan alejada de la idea de exaltación nacionalista de los primeros museos. El caso más claro en España se puede encontrar en el denominado «efecto Guggenheim», obra convertida ya en emblema de Bilbao y que supuso para la ciudad la posibilidad de un auténtico resurgir. A pesar de que sus detractores aún lo consideren parte de un plan político y económico, más que artístico, es innegable la inclusión de esta ciudad en la actualidad en los principales recorridos de Europa.
Existen aún, sin embargo, museos carpetovetónicos casi dejados de la mano de Dios, como se aprecia en la visita a las Casas-Museo, además de en determinados centros de carácter etnológico (aunque en este último caso, normalmente, el encanto propio de las características de la creación y ubicación de las colecciones atempera la pobreza de la instalación y el guión museológico).
Pero esta tendencia no es la habitual, así, la proliferación de recursos didácticos y escenografías en los museos va en aumento, junto con la creación de centros de interpretación en cada localidad. Este último hecho supone un riesgo, sin embargo; en una sociedad destinada a convertirse en procuradora de servicios, la consigna «ponga un museo en su pueblo/ciudad», que parece la norma a seguir en la actualidad, puede llevar a despropósitos como la aparición indiscriminada de multitud de pequeños centros dedicados a patrimonio, no carente de valor, pero anecdótico muchas veces y que quizá con el tiempo no pueda mantenerse frente a una competencia cada vez más desproporcionada, de mayor calidad y de gestión más reflexiva.