El Museo Nacional de Arte Romano de Mérida
He aquí otro ejemplo de museo de titularidad estatal, en este caso perteneciente a la tipología de «museos arqueológicos», buen ejemplo de una gestión muy acertada en materia educativa.
El actual museo responde a una reciente construcción a cargo del arquitecto «especializado» en museos Rafael Moneo, quien diseñó un magnífico edificio evocador de la morfología de basílica romana, no exento, sin embargo, de críticas respecto a las dificultades que presenta a la hora de ejecutar ciertas aplicaciones de carácter museográfico.
Inaugurado en 1986, hasta este momento la colección que alberga, procedente en su mayoría de excavaciones arqueológicas efectuadas en la propia Mérida (ciudad donde se ubica el museo), se encontraba en el antiguo convento de Santa Clara bajo la denominación de Museo Arqueológico de Mérida.
Siguiendo la línea de los museos estatales en España, la capacidad en fondos de este museo es enorme: no sólo posee los obtenidos de los yacimientos emeritenses, sino que, además, habría que añadir aquéllos que dieron origen al museo (la colección epigráfica de don Fernando de Vera y Vargas y la continuada por su hijo el conde de la Roca) y la colección visigoda dependiente del museo.
Sin embargo, es destacable por encima de todo lo demás el plan didáctico del museo: congresos, coloquios, conferencias, talleres y visitas asociadas a las exposiciones temporales, viajes organizados a diferentes enclaves arqueológicos, publicaciones diversas o programas tan sugerentes para el visitante como las cenas romanas veraniegas otorgan a este museo la categoría de verdadero enclave de aprendizaje cultural.
Junto con esto, es destacable la política seguida en cuanto a la consigna de «no tocar» de la mayor parte de los museos. Desde el Museo Nacional de Arte Romano se entiende que la pieza sí es única pero que el visitante tiene el derecho a experimentar la sensación de encontrarse cara a cara con un vestigio del pasado (como sucedía con los carritos didácticos donde se explicaban con ánforas reales las diversas tipologías y usos de éstas), algo que resulta muy satisfactorio para un público acostumbrado a concebir la obra de arte como un objeto sagrado.