Mercurio y Argos, Velázquez
La dilatada producción artística de Diego de Velázquez nos ha dejado un buen número de obras que nos hablan de la capacidad y del genio del artista barroco para ejecutar sus lienzos. En este sentido, debemos señalar como la producción de Velázquez no se basó únicamente en las pinturas sino que además, en la última etapa de su vida el artista sevillano también ejerció como tracista en la decoración del Alcázar de Madrid. El palacio madrileño fue redecorado debido a la visita del Mariscal de Gramont a Madrid para concertar el matrimonio entre la hija del monarca Felipe IV de Austria, la infanta María Teresa de Austria, y el monarca francés Luis XIV.
Velázquez se encargó de organizar la decoración de la conocida como Sala de los Espejos en la que participaron artistas de la talla de Juan Carreño o Francisco Rizi. Todo el ciclo iconográfico estaba basado en escenas mitológicas en las que los artistas desplegaron sus mejores cualidades. Diego de Velázquez se reservó para sí los espacios que consideró más complicados, los lienzos que debían colgar por encima de las ventanas con un formato horizontal y una complicada perspectiva.
De los cuatro lienzos que pintó Velázquez para El Salón de los Espejos tan solo se conserva el que aquí analizamos ya que los otros tres fueron destruidos en un terrible incendio que tuvo lugar en la primera mitad del siglo XVIII. La obra cuenta con un formato horizontal midiendo unos dos metros y medio de anchura y algo más de metro veinte de altura. Su datación se sitúa aproximadamente en torno al año 1659 fecha en la que se acabaron los trabajos de restauración del Alcázar.
Basándose en las Metamorfosis de Ovidio Velázquez representa un cuadro de tema mitológico en el que se representa la muerte de Argos a mano de Mercurio. Zeus, padre de los dioses, se enamoró de la joven Ío a pesar de estar casado con Hera. Para poder burlar a su mujer el padre de los dioses trasformó a la joven en una ternera pero como su esposa sospechaba de su infidelidad encargó a Argos, el gigante de cien ojos vigilar al animal. Zeus envió a Mercurio para que con la melodía de su flauta durmiese los cien ojos del gigante y poder rescatar a Ío de su vigilancia. Precisamente este es el momento que capta el pintor en su lienzo, cuando Mercurio se acerca sigiloso al gigante para acabar con su vida.
Los personajes se ajustan al formato horizontal del lienzo así como a la perspectiva del espectador que obliga al artista a representar una escena más tranquila de lo que quisiera, con el gigante ya dormido y un Mercurio que se arrastra a su lado. Al fondo observamos la imagen de la ternera que aparece detrás del dios.
Los personajes de Velázquez ocupaban una gran parte del lienzo, siendo éstos casi de tamaño natural, sin embargo la tela fue modificada posteriormente añadiéndole dos bandas horizontales en la zona superior e inferior.