Madona del Pabellón, Boticelli
Durante el periodo renacentista, aunque también en épocas anteriores y posteriores, las imágenes que se realizaron de la Virgen con el Niño tuvieron una doble dimensión; por un lado, algunas de estas imágenes nos muestran la relación entre la Madre y el Hija de una manera familiar y cercana véase por ejemplo las Madonnas pintadas por Rafael en la que la Virgen mira con dulzura a su retoño. Sin embargo, también podemos encontrar una tendencia distinta, en la que la relación Madre e Hijo es más distante y en ellas se aprecia una relación más intelectual que afectiva. La obra que aquí analizamos, pertenece a este segundo grupo y fue realizada por el pintor del Quattrocento italiano, Sandro Boticelli.
Sandro Boticelli cuyo verdadero nombre era Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi, nació en Florencia en 1445 y murió en el mismo lugar en 1510. Según las fuentes documentales el pintor pudo criarse con su hermano y fue su propia familia quien le introduciría en el mundo de la pintura. Para la década de los setenta Boticelli ya contaba con su propio taller y el artista trabajó para importantes personajes de su época ya que su pintura contaba con un estilo sencillo que entroncaba con la filosofía neoplatónica del momento.
Boticelli, a lo largo de su carrera, se destacó por su habilidad para combinar la belleza terrenal con la espiritualidad cristiana, lo que se refleja en sus obras. Su estilo, influenciado por la filosofía neoplatónica, se caracteriza por la delicadeza y la elegancia de las formas, así como por la riqueza de los detalles y la armonía de los colores.
En esta ocasión la conocida como Virgen del Pabellón no es sino un tondo, es decir una pintura con formato circular, que fue realizada en temple sobre tabla y tiene un diámetro de sesenta y cinco centímetros. En la actualidad, la obra se encuentra en la Pinacoteca Ambrosiana de Milán, Italia. Parece ser que la pieza pudo ser realizada a finales del siglo XV, concretamente en el año 1493. Según el reconocido historiador Vasari, la Madonna del Pabellón debía de encontrarse en la habitación del prior del Monasterio de Santa María de los ángeles en Florencia que en aquellos momentos era Guido de Lorenzo de Antonio, amigo personal de Lorenzo de Médicis quien lo debió de poner en contacto con Boticelli.
En la composición vemos en primer plano a María que se sujeta un pecho para ofrecérselo a su Hijo, es una Virgen de la Leche. El pequeño es sujetado por un ángel mientras que a los lados vemos como otros dos ángeles apartan el toldo del baldaquino que nos permite observar la escena. Pese a todo y como ya señalamos anteriormente, la Virgen no muestra demasiado sus sentimientos por su Hijo, más bien parece hierática, encerrada en sí misma.
Numerosos elementos nos hablan de la virginidad de Maria como el Jardín cerrado también conocido como Hortus conclusus o el lirio blanco. Este último, símbolo de pureza y virginidad, es un elemento recurrente en las representaciones de la Virgen María en el arte renacentista. En la obra de Boticelli, estos elementos simbólicos se integran de manera armoniosa en la composición, aportando un significado más profundo a la escena.
Además, la presencia de los ángeles en la obra no es casual. En la tradición cristiana, los ángeles son considerados mensajeros de Dios y su presencia en la pintura podría interpretarse como un signo de la divinidad de Jesús. Por otro lado, el hecho de que los ángeles estén apartando el toldo del baldaquino podría simbolizar la revelación de la divinidad de Jesús al mundo.
La Virgen del Pabellón de Boticelli es, por tanto, una obra que combina la belleza y la delicadeza de las formas con un profundo simbolismo religioso, reflejando la visión neoplatónica del artista.