Alexandre Cabanel: Ángel Caído y Venus
De los numerosísimos artistas que han practicado las Bellas Artes a lo largo de la historia de la humanidad, tan sólo han llegado hasta nosotros una ínfima cantidad; quizás aquellos cuya maestría técnica ha superado a la de sus contemporáneos o que la fortuna, en un golpe de suerte, los hizo más o menos conocidos que a otros. Dentro de ese pequeño porcentaje, podemos hablar de las grandes figuras del arte o de artistas olvidados cuya fortuna no les ha sonreído lo suficiente y su obra ha llegado hasta nosotros como de segunda fila. Alexandre Cabanel es uno de esos artistas cuasi-olvidados, que aunque en vida obtuvo cierto reconocimiento, la historiografía ha tendido a olvidar en pro de figuras más “artísticas” o destacadas como Millais o Rossetti.
Alexander Cabanel (1823 – 1889) nació en el seno de una familia humilde de Montpellier; sus primeros pasos en la formación artística fueron en la academia de dibujo de su ciudad natal y posteriormente se trasladó a Paris para formarse en el taller de Edouard Picot. En 1845 obtuvo el segundo premio de la Academia de Roma lo que le permitió disfrutar de una beca de estudios en Italia donde conoció a los grandes artistas del Renacimiento. Pero sin dudas el verdadero éxito de su carrera llegará en 1863 cuando el emperador Napoleón III adquiera una de sus obras. Desde entonces Cabanel obtuvo numerosos éxitos, varias medallas honoríficas de los Salones Oficiales y contó con un importante número de alumnos.
En este contexto debemos señalar como si bien la obra del artista no es una de las más reconocidas de la época, destacan dentro de su vastísima producción dos lienzos que representan la maestría técnica y cromática del artista: El ángel caído y el Nacimiento de Venus.
Si bien las dos obras presentan una temática muy distinta, en ambas el artista realiza un verdadero estudio anatómico del cuerpo humano recreándose en la belleza del mismo a través de líneas sutiles, un colorido espectacular y una luz que se difunde por toda la composición. El ángel caído fue pintado por el artista durante su estancia en Roma; en él se hace patente la estética manierista en el estudio del cuerpo masculino, los músculos fuertemente marcados se combinan en este lienzo con una iracunda mirada de desprecio y rabia contenida. Alejándose de las representaciones tradicionales de Lucifer, Cabanel representa no un diablo, sino un hombre en un estado puro de maldad.
Por su parte el Nacimiento de Venus fue la obra cumbre de la carrera del pintor. En ella el artista logra combinar con gran acierto, la temática tradicional con una nueva estética que está a medio camino entre las obras realistas y la corriente romanticista de la época. La Venus Anadiomena no aparece envuelta en su concha sino que aún a medio camino entre el sueño y la vigila aparece tumbada entre las rocas del mar. Su cuerpo yace desnudo con una patente sensualidad mientras es observada por los querubines de la zona superior.