Artistas del Impresionismo (II)
Auguste Renoir es al mismo tiempo, un revolucionario, al ser de los primeros impresionistas y un artista con un fuerte peso de la tradición, ya que su técnica en algún momento nos recuerda a Tiziano y sus figuras de mujeres gruesas a Rubens. Dentro de la estética impresionista, su pintura se caracteriza porque capta las vibraciones de la luz ondulante y cambiante entre las hojas de los árboles, como puede apreciarse en su obra más famosa “Le moulin de la Galette”, en donde las manchas de colores primarios prestan a la composición una apariencia vibratoria, un temblor de sombras que se mueven a través del cuadro. Es el pintor de la alegría de vivir, lo mismo que Monet lo es de los reflejos y movimiento del agua.
Edgar Degas, es un impresionista atípico, ya que utiliza la pincelada que define a este estilo, pero no el color, ni siquiera los asuntos, ni el pintar al aire libre. Va a substituir la luz vibrante, fugaz y cambiante de la atmósfera por las candilejas de los teatros, las irisaciones del agua o los árboles, por los brillos de los reflejos de las lámparas, de las faldas de las bailarinas, a las que capta en posturas comprometidas, en un momento fugaz, un giro, cuando se ata una zapatilla, etc. Especial interés tiene para él, por tanto, la figura humana y otro tipo de asunto que le va a llamar la atención, son las carreras de caballos, a los que captura en pleno movimiento, cual si de fotografía se tratase. Entre sus obras destacas señalaremos “Bailarina atándose una zapatilla”, “Clase de danza”, etc.
Otros miembros del movimiento fueron Pisarro y Sisley. Camille Pisarro (maestro de Gauguin y Cezanne, entre otros), es tal vez menos conocido, ya que sus cuadros son menos espectaculares. Se formó con Corot, como paisajista se integró en la Escuela de Barbizon, pero desde 1873 se integró en el Impresionismo y posteriormente practicó el Puntillismo. Una de sus obras destacadas es “Jardín de las Tullerías”. Alfred Sisley fue un paisajista y, al igual que Monet, siempre permaneció fiel al estilo. Obras suyas son “Vista del canal de San Martín” o “Las regatas de Moseley”.
En los años ochenta del siglo XIX, varios artistas estimaron que la recreación poética de la luz no respondía a las exigencias científicas del estudio del color, por lo que empiezan a sustituir la pincelada larga, por pequeños toques, por puntos de colores puros que exigen un detenido estudio de la tela y meses de arduo trabajo, dando paso así al período puntillista o divisionista que tienen a Seurat y Signac como principales representantes. De Seurat, destaca “Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte” y de Signac “Puerto de Marsella”
En España, el principal representante del Impresionismo (aunque tardío) fue Joaquín Sorolla, quien pinta escenas del Mediterráneo al aire libre, con el color y la pincelada impresionista, suelta, vibrante, captando la luz intensa mediterránea. Entre su obra destaca “Niños en la playa”, “Después del baño”, etc.