Autorretrato de Leonardo da Vinci
A día de hoy el género artístico del autorretrato es uno de los más consolidados, las nuevas formas digitales y tecnológicas han revolucionado un género que es tan antiguo como la propia pintura. A lo largo de la historia todos los pintores nos han legado algún autorretrato, sino como una obra completa como parte de un dibujo o boceto, muchos consideraron la idea de jugar con su propio retrato para realizar estudios o probar nuevas técnicas siendo ellos mismos su propio modelo. Autores como Velázquez, Rembrandt, Goya o incluso posteriores como Van Gogh y Renoir, nos han legado joyas pictóricas en las que dejaron grabadas su imagen para la posteridad, no obstante hay un autorretrato que ha pasado a la historia por configurar la imagen de hombre humanista hasta nuestros días, este es el autorretrato de Leonardo Da Vinci que aquí analizamos.
Parece ser que la obra fue realizada por el artista en la primera década del siglo XVI, en torno al año 1516, se trata de un dibujo realizado con tiza roja sobre un papel de tonos ocres que el artista utilizaba en un cuaderno de dibujo y que era sumamente delicado. Se trata de un dibujo de pequeñas dimensiones y formato vertical que apenas cuenta con unos treinta y tres centímetros de alto y unos veintitrés de centímetros de altura. En la composición no podemos apreciar al dibujo de cuerpo entero, es tan solo el esbozo de su rostro que ni siquiera aparece completo pero en el que Leonardo puso una especial atención no sólo para trasmitirnos algunos de sus rasgos físicos sino la imagen que él mismo quería dar de sí, la de un hombre humanista dedicado al estudio de las ciencias.
Leonardo aparece representado como un hombre maduro, en sus facciones se observan las arrugas propias de la edad y un gesto de concentración que parece obedecer a las múltiples ideas de rondaban su pensamiento, como si estuviese afanado en solucionar algún problema. Aparece con barbas y cabellos largos lo que indica su despreocupación por el aspecto físico a la vez que lo asemeja con los pensadores del mundo clásico.
A la muerte de Leonardo el dibujo pasó a manos de su colaborar más cercano, Francesco Melzi quien se ocupó de salvaguardar los apuntes y dibujos del genio italiano, tras el fallecimiento de Melzi la obra fue heredada por sus familiares hasta que se le perdió la pista y reapareció en la ciudad de Milán a principios del XIX. Lo que pasó con el dibujo durante aquellos años aún parece poco claro ero lo cierto es que en 1840 un conocido coleccionista de la época lo encontró y vendió a la Casa de los Saboya quienes lo donaron al Museo de Turín donde ha permanecido hasta hoy.