Bautismo de Cristo, Verrochio
Quizás atribuir la obra completa del Bautismo de Cristo a Leonardo da Vinci (1452 – 1519) sea demasiado atrevido pero sin duda alguna ésta es la primera intervención pictórico que a día de hoy se conserva el genio renacentista.
La obra fue encargada en torno a 1475 – 1478 por una ramificación de la orden benedictina seguramente los monjes de la iglesia de San Salvi en Florencia donde estuvo la obra durante varios años hasta que se trasladó hasta el convento de Santa Verdiana. El encargo se realizó al taller de Verrochio un afamado pintor de la época y maestro de Leonardo da Vinci.
Siguiendo la tradición gremial era común que los grandes maestros tuvieran a su cargo a jóvenes aprendices quienes participaban en la elaboración de la obra dando el maestro las principales pinceladas; la mano de Leonardo se hace indiscutible en la obra de Verrochio: el paisaje del fondo sigue la estética leonardesca así como el rostro del pequeño ángel situado de perfil y el pecho de Jesucristo.
La escena representa el bautismo de Cristo por su primo Juan el Bautista, la escena se desarrolla en un paisaje natural pedregoso y desértico y la escena es contemplada por dos pequeños ángeles uno situado de perfil –obra de Leonardo- y otro que mira encandilado a su compañero.
Con todo en el cuadro aún se presentan ciertos ecos arcaicistas que evidencian la formación de Verrochio como un pintor anclado a la estética trecentista, así la palmera está representada de manera poco naturalista y las manos y la paloma que representa al espíritu santo son también modelos más clásicos y anticuados.
Según cuenta la leyenda el propio Verrochio rompió sus pinceles ante sus discípulos al ver la intervención de Leonardo en su propio lienzo, la evidencia del maestro superado por su discípulo hizo que el artista jurara abandonar el campo pictórico para siempre. Si bien sabemos que hoy esto es tan sólo parte de la leyenda y que Verrochio siguió pintando un buen número más de obras, lo que resulta innegable son las dotes artísticas de un jovencísimo Leonardo ante su maestro.
El rostro del ángel pintado por Leonardo emana dulzura y delicadeza, especial atención merecen los bucles del pelo realizados con sumo detallismo y naturalidad. También es perceptible la mano del artista en el modelado del torso de Jesucristo muy naturalista y que se contrapone a las formas más rudas y anquilosadas de San Juan Bautista.
En cuanto al fondo Leonardo aún no ha desarrollado su particular estilo de sfumato aunque sí es cierto que los contornos comienzan a difuminarse suavemente en la lejanía para captar la atmósfera ubicada entre el primer plano y el fondo natural.
En el taller de Verrochio también trabajaron otros artistas afamados y parece ser que Peluzzino, Pollaiolo o el mismísimo Boticelli pudieron participar también en la realización de la obra.
Hoy el Bautismo de Cristo de Verrochio y con la intervención del grandísimo Leonardo da Vinci se puede apreciar dentro de la Galería de los Uffizi en Florencia.