Bautismo de Cristo, partes atribuidas a Leonardo
Hay documentos y declaraciones históricas que acreditan que los primeros pasos como artista de Leonardo da Vinci los dio colaborando en el taller de Andrea del Verrocchio. Pero para hacernos una idea de la valía de ese jovencísimo artista y como su maestro pronto descubrió todo su potencial basta con ver una de las mejores obras pictóricas de Verrocchio, su Bautismo de Cristo que hoy se expone en la Galería de los Uffizi en Florencia.
En este cuadro participó muy destacadamente da Vinci. Leonardo con 17 años entra a trabajar en ese taller. No era la único alumno, y como todos ellos inicialmente se dedica a copiar modelos y a ayudar al maestro en la realización de todo aquello que requiere. Sin embargo, pronto aprendió todo lo que le ofrecía ese espacio de trabajo y comenzó a innovar. En especial en su forma de diluir los colores en una peculiar atmósfera transparente, es decir, aquí comienza a experimentar en su característico sfumato que años después alcanzará su máxima expresión en el paisaje de La Gioconda.
Pero sorprendentemente el germen de ello lo podemos ver en el paisaje de este cuadro de Verrocchio, un paisaje que sin duda fue obra de Leonardo. Al igual que salieron de sus manos las figuras de los dos ángeles que hay en la parte izquierda. Unos ángeles que se cuenta que Verrocchio no quiso ni retocar, admirando la capacidad de su alumno y su forma inconfundible y distinta de pintar.
En realidad, esos dos ángeles los habría dibujado primero el maestro, y al joven alumno se le encargó el “traslado” a la tela. En principio un trabajo de materializar lo que su maestro había creado, algo casi rutinario, y más en un lugar del lienzo no destacado. Sin embargo, el discípulo hizo una cosa distinta, nueva, fantástica, en especial, en el ángel de más a la izquierda, que tiene una suavidad en sus formas y texturas que jamás consiguió Verrocchio.
No obstante, también Leonardo aprendió mucho ahí. Por ejemplo admiraba el trazo limpio y anguloso, así como los contrastes de color que le otorgan monumentalidad a las figuras. Y es que la escuela florentina siempre se caracterizó por el dominio del dibujo y el claroscuro, elementos sobre los que precisamente da Vinci iba a plantear su evolución hacia ese difuminado aéreo, sobre todo en los paisajes, ya que como aquí nos presenta vistas un tanto veladas debido a una lejanía que hace que el cielo y el aire sean muy densos.