Cristo bendiciendo de Fernando Gallego
Otra forma de denominar tradicionalmente esta tabla de finales del siglo XV (1494 – 1496) es Cristo entronizado, dada la evidente posición de Jesús en un trono, vistiendo una llamativa túnica de color rojo y llevando una bola del mundo en una mano, en la izquierda, mientras que con la derecha nos bendice.
Es decir que se nos presenta como Salvador del Mundo y acompañado por las representación de los principales personajes de la Iglesia. Además de que aparecen los Cuatro Evangelistas son su simbólico Tetramorfos o las tablas de la ley de Moisés. Además de un cáliz con la hostia consagrada.
El conjunto se enmarca mediante unas arquitecturas góticas propias de la época en la que se pintó esta tabla en España, donde es evidente que había llegado la influencia flamenca y que había asimilado a la perfección este pintor.
Aunque hoy en día se encuentra en el Museo del Prado de Madrid, en origen se trataba de una pintura para la iglesia de San Lorenzo de Toro, en Zamora. Y pese a que pueda parecer que sería parte del gran retablo mayor del templo, los últimos estudios prácticamente aseguran que se pintó para adornar las tumbas de don Pedro de Castilla el Viejo y su esposa Beatriz.
También los estudios técnicos y de rayos x que han realizado los conservadores del museo madrileño han descubierto que en la base de la tabla hay dibujos que finalmente se rechazaron y se variaron considerablemente. De hecho en origen la imagen de Cristo posiblemente no sería tan amable, en cambio estaría en una actitud más fuerte, propia de ser el gran juez del Apocalipsis.
Lo cierto es que Fernando Gallego (h. 1468 – 1507) fue uno de los artistas más relevantes de la pintura religiosa en su tiempo. Eso a juzgar por la documentación escrita que nos habla de múltiples encargos realizados por él como los retablos que hizo para diversas catedrales en Plasencia, Coria, Ciudad Rodrigo o la iglesia de Santa María de Trujillo. Además otras obras que hizo para la Universidad de Salamanca, o incluso para el templo catedralicio de la misma ciudad castellana.
Y la gran cantidad de encargos sin duda se debió a su gran maestría con el dibujo. Es cierto que tenía nociones en el tratamiento del color que le vinculan con los maestros del gótico flamenco, pero su seña de identidad es su capacidad para el dibujo gracias al cual plasma detalles con extraordinaria minuciosidad o se explaya en elementos que permiten la perfecta caracterización de los personajes representados.