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Cristo Crucificado, Goya

Publicado por Laura Prieto Fernández

El Cristo crucificado es una de las obras más destacadas del artista Neoclasicista, Francisco de Goya, quizás la obra no sea de las más conocidas dentro de la amplísima producción del artista zaragozano ero sin lugar a dudas es una de las más relevantes; la temática no presenta en absoluto ninguna novedad de hecho, son miles las interpretaciones que podríamos encontrar acerca de la crucifixión, sin embargo Goya ha sabido otorgar al lienzo de cierta originalidad.

El día 5 de julio de 1780, Francisco de Goya presenta imagen de Cristo crucificado ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con el fin de solicitar su ingreso en la misma, el veredicto llegó poco tiempo después, siendo Goya miembro de la misma por unanimidad. Francisco de Goya (1746 – 1828) es uno de los artistas más destacados de la pintura española. Los inicios del artista en el campo de las artes comenzaron con su padre, quien trabajaba como dorador, sin embargo Goya pronto se decantó por la pintura entrando a formar parte de la Academia de Zaragoza y posteriormente trasladándose a Madrid para trabajar junto a Bayeu. Una vez en Madrid Bayeu le consiguió un empleo en la Real Fábrica de Tapices y poco a poco el artista se hizo un nombre entre la nobleza española como retratista.

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En 1780 Goya presenta la obra de Cristo Crucificado ante la Academia para solicitar su ingreso en ésta, el artista estaba convencido que su mejor baza para optar al ingreso era presentar un cuadro donde pudiese desplegar su habilidad en la captación del desnudo anatómico sin embargo, los cuadros mitológicos corrían el riesgo de ser poco decorosos para los eruditos de la Academia mientras que un tema religioso entroncaba perfectamente con el espíritu religioso de la sociedad. De esta manera el artista presentó un Cristo crucificado sobre un fondo negro y neutro.

La figura de Jesucristo ha sido representada con suma delicadeza, se trata de un Cristo crucificado con los cuatro clavos según dictaba la estética barroca. Sobre su figura encontramos un cartel que reza <>; los brazos levantados por encima de los hombros y una pierna ligeramente adelantada siguiendo el modelo de Mengs. Su rostro se eleva hacia el cielo pidiendo la súplica de Dios Padre en un gesto agonizante con los ojos hacia arriba y la boca ligeramente abierta; esta imagen se distancia del Cristo muerto que en la época barroca había sido representado por Velázquez y sin embargo también consigue inspirar piedad ante los espectadores que lo observan.

Goya era muy consciente del gusto Neoclásico y refinado de los miembros y jueces de la Academia por ello, optó por relegar el patetismo de la figura en pro de una estética más refinada, en el cuerpo de Cristo apenas encontramos una sola mancha de sangre, ni heridas. Se trata de un modelado profundamente trabajado en el que el artista recurre tanto al dibujo como al color en partes iguales para dar lugar a un lienzo bien cuidado y proporcionado.

Además de su habilidad para captar el desnudo anatómico, Goya también demostró su maestría en la representación de la luz y la sombra en esta obra. A pesar de la oscuridad del fondo, el cuerpo de Cristo se destaca con una luminosidad casi sobrenatural, un efecto que Goya logra gracias a su hábil uso del claroscuro. Esta técnica, que consiste en el contraste dramático entre las áreas de luz y oscuridad en una pintura, fue una característica común en el arte barroco y fue utilizada con gran efecto por Goya en esta obra.

Además, la elección de Goya de un fondo negro y neutro también es significativa. Al eliminar cualquier distracción del fondo, Goya dirige toda la atención del espectador hacia la figura de Cristo. Esto no solo enfatiza la soledad y el sufrimiento de Cristo, sino que también refuerza el mensaje central de la pintura: la redención a través del sacrificio.

Finalmente, es importante destacar que, a pesar de su aparente simplicidad, «El Cristo crucificado» es una obra de gran complejidad técnica y emocional. Goya ha logrado combinar la representación realista del cuerpo humano con una intensa expresión de sufrimiento y devoción religiosa. En este sentido, la pintura es un testimonio del genio de Goya y su capacidad para transmitir emociones profundas a través de su arte.