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Duelo a garrotazos, Goya

Publicado por Laura Prieto Fernández

Duelo a garrotazos o la riña es una de las obras más conocidas de Francisco de Goya (1746 – 1828). Hoy se encuentra en el Museo del Prado de Madrid pero en su origen se encontraba en la casa del artista, la conocida como Quinta del Sordo, formando parte de un conjunto de pinturas que asaron a conocerse como Pinturas Negras.

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En 1819 Goya adquirió una villa urbana en Madrid y entre 1819 y 1823 el artista se dedicó a la decoración de las dos plantas que conformaban la villa; las pinturas estaban realizadas en óleo siguiendo la técnica del secco a través de la cual el artista pinta en óleo directamente sobre una capa de yeso aplicada en la pared. Las pinturas de Goya fueron pintadas sobre otros murales posiblemente también realizados por él mismo y que en algunos caso reutilizó. Expresan la preocupación del artista neoclásico por la situación política del país, la convulsión durante el Trienio Liberal, pero también su propia agonía personal ante una enfermedad que cada vez le casa una enfermedad que cada vez le causaba mayores estragos.

El duelo a garrotazos Francisco de Goya representa a dos personajes masculinos situados en la zona izquierda y en primer plano que literalmente luchan entre sí a garrotazos. Ambos aparecen ataviados según la estética de la época pero sus rostros apenas se encuentran definidos. Mientras uno de los personajes aparece de espaldas y no se aprecia su rostro, el otro nos muestra un rostro rudo con cejas pobladas y barbado. La escena se desarrolla en un paisaje desolado sin apenas vegetación y en cuya parte derecha se encuentra una montaña que equilibra las masas dentro de la obra. Tan sólo la combinación de tonos azules que refleja el cielo merece una especial atención.

La obra de Goya ha dado lugar a distintas interpretaciones, y mientras que los estudiosos extranjeros optan por interpretar la escena como una costumbre española, quizás de alguna zona de Galicia, los historiadores del arte españoles la han interpretado como una lucha fratricida entre las dos Españas, una la España liberal y la otra la España absolutista partidaria de Fernando VII; no debemos olvidar que en esta misma época los españoles tildados de afrancesados –Goya entre ellos- fueron obligados a abandonar el país.

La composición descentrada se aleja de la estética academicista imperante en el siglo XIX y parece más cercana a las formas romanticistas. El dibujo aparece relegado en pro de un color suelto, quizás desteñido, que fluye libremente con una pincelada poco cargada pero llena de vigor.

La lucha a garrotazos junto con el resto de las Pinturas Negras, catorce representaciones en total, fueron trasladadas al lienzo gracias a la técnica del revoco. En 1874 el barón Erlanger adquirió las pinturas de Goya e hizo que Salvador Martínez Culler las pasar a lienzos con la intención de venderlas en la Exposición Universal de París celebrada en 1878, sin embargo las obras no tuvieron el éxito esperado y en 1881 fueron donadas en el Museo del Prado donde se exhiben en la actualidad.