La pradera de San Isidro de Goya
Esta obra la realizó Francisco de Goya en 1788 como imagen para los cartones que servían de modelo de los tapices realizados por la Real Fábrica de Tapices, como otras famosas obras goyescas como El Quitasol o la Gallina Ciega. Sin embargo, esta obra que hoy se expone pintada al óleo sobre un lienzo en el museo del Prado de Madrid se ha convertido en algo más, ya que se trata de una excelente imagen de cómo era la ciudad de Madrid a finales del siglo XVIII.
Todos estos cuadros para los tapices, son escenas alegres y los realiza en un momento en el que todo le va bien, ya que desde 1786 ha pasado a ser pintor del Rey. Y aunque sean temas muy del gusto rococó y académico, la verdad es que a él le sirven para ir experimentando y evolucionando en sus técnicas pictóricas. Y sin duda está encontrando su estilo particular e inclasificable, en el cual cobra una importancia total su pincelada muy suelta, además de su gran preocupación por captar y plasmar la luz.
Vemos la pradera de San Isidro, que lleva el nombre del santo de los labradores que es el patrón de los madrileños y desde ahí se contempla al fondo el Palacio Real, por obras en aquel entonces, y también se distingue la iglesia de San Francisco el Grande y el cauce del río Manzanares que atraviesa el sur de la capital española.
Se trata de la representación de un día festivo en honor del patrón, el que la gente acudía a esta pradera a pasar un día al aire libre. Por eso vemos una gran cantidad de personas, de las cuales las más definidas, obviamente están en el primer plano, donde aparecen unas “majas” con sus acompañantes masculinos. Si bien es cierto es que en otros personajes de la pradera también se nota un interés por cierta minuciosidad, al menos a la hora de plantear individualidades y no una masa informe de gente.
Aunque es cierto que la paulatina difuminación de los perfiles de esas gentes es lo que le sirve al maestro Goya para conseguir dar la sensación de lejanía y profundidad.
Es muy interesante comparar la iconografía de esta Pradera de San Isidro, con otra obra posterior de temática semejante: la Romería de San Isidro. Sin embargo, esta segunda creación la realizó varias décadas después y la creó para su Quinta del Sordo, donde plasmó sus célebres, enigmáticas y mucho más tristes Pinturas Negras.