El Aquelarre, Goya
Por extraño que parezca la obra que aquí nos ocupa, El aquelarre fue pintada por el artista neoclasicista Francisco de Goya y Lucientes y formaba parte de las pinturas que adornaban los muros de su propia casa y que a día de hoy conocemos con el sobrenombre de Pinturas Negras. Quizás este tipo de obras pictóricas no fuesen las más decorativas para una casa y más siendo ésta la casa de un pintor de alto renombre como Goya pero debemos recordar que el pintor maño decoró los muros de su casa en una época difícil en la que la enfermedad que le dejó sordo cada vez se hacía más evidente de manera que sus preocupaciones físicas y personales fueron trasmitidas a los muros de su propio hogar a través de estas pinturas.
A día de hoy los catorce lienzos que forman las Pinturas Negras se exhiben en el museo del Prado del Madrid sin embargo y en su origen, todos los lienzos eran frescos pintados sobre muro que fueron trasladados al lienzo con la técnica del revoco en torno al año 1874. Un banquero de origen francés había adquirido la casa del artista tras su muerte y su intención era vender los lienzos en la Exposición de París que se celebraba en 1878, al no encontrar comprador él mismo los donó al Museo del Prado.
La obra que aquí nos ocupa fue pintada entre los años 1819 y 1823, se trataba de una gran obra de formato horizontal que contaba con casi cinco metros de longitud y metro y medio de altura, en la actualidad el lienzo que podemos observar presenta unos cuatro metro y medio de longitud ya que fue recortado por los extremos presumiblemente para adaptarse a un espacio más limitado en la Exposición de Paris.
El aquelarre o El gran Cabrón como también se le conoce, representa una reunión de brujas y brujos frente a satán que ha sido representado como un macho cabrío de gran tamaño. Parece ser que la obra representa la iniciación de una nueva bruja que sería la mujer que está junto al cabrón ataviada con una túnica blanca que le cubre incluso la cabeza. El demonio por su parte queda en la penumbra y al situarse de espaldas al espectador tampoco se hace visible su rostro. En el extremo opuesto encontramos una mujer sentada en una silla y ataviada con una especie de toquilla negra cuyo rostro también queda desdibujado.
Al recortar el lienzo vemos como el centro de la composición ha cambiado con respecto al origina y ahora lo encontramos en la mujer que viste de negro y aparece cubierta con un tocado blanco. Los colores son oscuros como en el resto de las pinturas que decoraban su casa, de ahí el nombre de Pinturas Negras, con una pincela muy suelta que desdibuja las formas y una gran cantidad de empaste en el que se notan las pinceladas cargadas. La obra consigue una gran sensación de movimiento circular con la posición del grupo.