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Días de lentitud de Yves Tanguy

Publicado por A. Cerra

Días de lentitud de Yves Tanguy

Los pintores del Surrealismo en muchos casos ambientaron sus escenas imposibles en espacios desérticos. Unos donde solo pueden habitar seres extraños, medio máquinas medio antropomorfos, una simbiosis entre animales y tecnología. Son muchos los ejemplos de pintores surrealistas que se decantaron por este tipo de juegos, pero quizás uno de los más habituales sea Yves Tanguy del que os traemos esta tela de 1937 que hoy es parte de la colección del Centro Georges Pompidou en París.

Aquí vemos ese singular desierto, un panorama onírico, con el horizonte partiendo en dos la tela, aunque es tan improbable ese cielo infinito como ese suelo sin atmósfera. Un lugar donde no hay fecha ni hora. Aquí solo es posible la presencia de esos elementos figurativos fantásticos y fantasiosos, cuyas formas orgánicas contrastan con la precisión cristalina del fondo, dividido en franjas.

Ante visiones como estas solo hay una sensación de misterio, ya que no vale ninguno de los criterios establecidos sobre el tiempo o el espacio. Parece un mundo postapocalíptico, que todavía es amenazante, tanto por esas formas irreconocibles como por esa luz inconcebible.

Son cuadros incomprensibles y ante los que únicamente vale mirarlos. No hay que tratar de resolver sus mensajes, solo hablan de los recuerdos y de los sueños del autor, y quizás provoquen algún pensamiento o recuerdo en el espectador. Sin duda es un cuadro alucinante en el término más estricto y literal. Tiene mucho en común con los paisajes de ensueño que pintaba otro artista surrealista, Dalí. Pero en el caso del español buscaba volcar en esas visiones sus obsesiones de carácter personal. En cambio el artista francés es muy más frío, desapasionado y distanciado respecto a cualquier sentimiento o pensamiento personal. Está como ajeno a lo que pinta.

De hecho en muchas ocasiones se ha comparado este tipo de vistas de Tanguy con las visiones imaginadas que podemos tener de territorios extraterrestres. De alguna forma es una pintura que no está para nada unida a nuestra realidad. Hay silencio, hay figuras irreconocibles, un paisaje tan plano como abstracto, no sabemos si es una visión del pasado o del futuro. En definitiva es un pintor que es surrealismo puro, del más personal e intransferible. Nunca renunció a ello, por eso este francés huyó de su país en cuanto vio que la amenaza nazi iba a conquistar el país. Sabía que su arte no iba a ser bienvenido por los alemanes, de manera que decidió exiliarse y viajó a los Estados Unidos, donde acabó casándose con la pintora Kay Sage y donde falleció en 1955, a los 55 años de edad.