«El Grito» de Edvard Munch
Nacido en Cristiania, la actual Oslo (Noruega) en 1893, Munch pronto se sumó a la ola del movimiento Bohemio, una respuesta reaccionaria a la organización social, con fuerte oposición a la burguesía y rígida moral imperante.
Cursó estudios en ingeniería hasta 1880, año en que comienza a tomar clases en la Escuela de Dibujo local.
Hacia 1885 viaja a París, donde concurre a una importante muestra impresionista que reúne entre otros artistas de renombre, a Monet, Renoir, Degas, Pisarro y Seurat.
En 1889, becado por el gobierno noruego, se traslada a Saint Cloud, en las afueras de París. Aquí su estilo tendrá un quiebre, al tomar contacto con la obra de Wishder, Bocklin, Gauguin y Van Gogh.
En 1892 expone en el Círculo de Artistas Berlineses. Dentro de una sociedad tan conservadora, la revolucionaria obra de Munch causa fuertes polémicas, y la muestra es levantada a sólo una semana de su estreno. Sin embargo, tanta repercusión habría de beneficiar al artista, que realiza nuevas exposiciones a lo largo de todo el territorio alemán.
Su tercer período en la capital francesa estará marcado por la asimilación definitiva del estilo de artistas como Gauguin y Emile Bernard. Adopta la simplificación de las figuras y la ausencia de modelado, sumado esto a una deformación continua del motivo, propia de Van Gogh.
Todo esto habría de plasmarse en un ambicioso proyecto titulado “El friso de la vida”, que no llega a concluir, y de cual forma parte “El Grito”.
Munch realizó cuatro versiones de este cuadro.
La más famosa se encuentra en la Galería Nacional de Oslo. Se trata de una técnica de óleo, temple y pastel sobre cartón, de 89 cm. de largo y 73.5 cm. de ancho.
La segunda y tercera versión, (83.5 x 66 cm.) son témperas sobre cartón pertenecientes al Museo Munch de Oslo (ambas fueron objeto de un comentado robo, aunque luego fueron recuperadas).
La cuarta pintura pertenece a una colección privada.
Para comprender la esencia del grito, quizás habría que remontarse a la infancia de Munch, marcada por un padre rígido y la sensación de abandono y desamparo, producto de la muerte de su madre víctima de la tuberculosis, cuando contaba sólo con cinco años, y nueve años más tarde la de su hermana por la misma enfermedad. Sumado a esto, en 1890, su otra hermana, Laura es internada en un psiquiátrico.
El mismo artista vivió en una frontera difusa entre cordura y delirio, agravada por el alcoholismo.
Sobre su estado de ánimo al momento de la inspiración comenta: “Paseaba por un sendero con dos amigos – el sol se puso – de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio – sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad – mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.”
Todas las versiones muestran en el plano principal una figura andrógina, representativa de un hombre de la modernidad, captado en un instante que expresa toda sus angustias y su enorme desesperación existencial. Con la ciudad de Oslo como telón de fondo, vista desde la colina de Ekeberg.
La primer versión, titulada “La Desesperación”, retrata a un hombre llevando un sombrero de copa a un lado de su cabeza, e inclinándose sobre una prohibición.
Al parecer el artista no sintió que la obra realmente representaba las obscuras sensaciones por las cuales atravesaba, por lo que realiza una segunda versión, también llamada “La Desesperación”, una figura menos humana, enfrentada al espectador y ya no en un estado contemplativo sino manifiestamente desesperado. Se cree que pudo haberse inspirado en una momia peruana vista por Munch en 1889, en la Exposición Universal de París.
La obra fue presentada al público en 1893, como parte de una serie de seis cuadros, en los que el artista pretende mostrar las etapas del romance, desde el tibio enamoramiento
a la ruptura definitiva, “El Grito”, versión final, muestra las angustias y dolores de esta última fase.
En 1895 Munch realizó una litografía para imprimir la obra en revistas y periódicos.
En 1961 la obra se populariza al ser utilizada como portada en la revista Times para su número sobre trastornos de ansiedad y complejos de culpa.
El excéntrico artista Andy Warhol, estampa en seda una serie de obras de Munch, entre las cuales está “El Grito”.
El cuadro toma estado de icono cultural, siendo reproducido en, remeras, posters, llaveros, tazas, etc.
Paradójicamente, una obra increíblemente emocional y expresiva, que propone una introspección del hombre moderno, su vacío, luchas internas y existencialismo, es transformada en algo masivo y producto del merchandising, algo quizás típico de una sociedad que no se cuestiona demasiado a sí misma, sólo consume.