En el columpio de Renoir
Estamos ante un lienzo pintado al óleo por Pierre Auguste Renoir en el año 1876, y que en la actualidad se expone en Museo de Orsay, posiblemente el lugar donde se atesora la más importante colección de arte impresionista.
Y dentro del Impresionismo, sin duda alguna, uno de los maestros más emblemáticos es Renoir, por su increíble maestría para crear intensos juegos de luces y de sombras, y en este sentido su obra En el columpio supone una de cuadros más destacados. Y es que hay que tener en cuenta que nos está presentando una escena en el interior de un bosque, y tanto los personajes como el espacio tan solo se iluminan por la luz que se filtra a través de las copas de los árboles, de manera que podemos ver esos juegos de luz y sombra en los rostros o en cualquier elemento del paisaje como el suelo de hojarasca o los troncos.
Por otra parte hay que destacar la enorme naturalidad con la que nos presenta la escena, de forma que de manera automática el espectador se sienta integrado en la misma. Esa es una cualidad muy propia del arte de Renoir, un pintor que fue capaz de hace desaparecer la frontera entre lo que es la representación y la realidad.
Y si la luz es un derroche de talento, lo mismo se puede decir del tratamiento del color, ya que plantea un sinfín de juegos de contrastes, contraponiendo y armonizando los tonos fríos y los más cálidos.
Si nos fijamos con atención veremos que usar una serie de colores que se convierten en dominantes y que se manifiestan en zonas amplias o en detalles. Por ejemplo, destaca el color amarillo ocre de los sombreros, pero también atraen las miradas los lazos que recorren el vestido de la muchacha, todos ellos pintados en un azul intenso y muy contrastado respecto a la claridad del vestido.
En realidad, los colores le sirven para hacer una serie de experimentaciones en las transiciones entre los distintos tonos de verdes, rosas o azules, algo que lo consigue aplicando más o menos luz, más o menos sombra a esos tonos.
Un ejercicio muy interesante es comparar esta obra impresionista con el cuadro El Columpio de Fragonard, uno de los emblemas del arte rococó realizado justamente un siglo antes. Las diferencias son enormes, comenzando por el propio columpio, ya que en el caso de Renoir, se trata de un movimiento muy leve. Y desde luego el tratamiento de la vegetación y la luz es completamente diferente. Si bien, de alguna forma representa lo mismo: una escena de galanteo, en un caso entre burgueses de finales del siglo XIX y en otro entre una pareja de aristócratas de 100 años antes.