Giotto (I)
Giotto fue un gran artista italiano, precursor en muchos aspectos del Renacimiento que nació en 1267 cerca de Florencia y murió en 1337 en dicha ciudad en medio de grandes honores, gloria y dinero que ganó a lo largo de una vida entera de trabajo y gracias a la sabia administración que hizo del mismo. Su vida privada fue la de un burgués acomodado de una ciudad como la Florencia de finales del siglo XIII y los primeros años del siglo XIV. Tuvo negocios como cualquier rico burgués, comportándose como tal en sus negociaciones con el clero, la Curia, las órdenes religiosas, etc. La Florencia que le tocó vivir era una animada ciudad que disfrutaba de un boom económico provocado por los mercaderes de lana, los tejedores, los industriales, los comerciantes y los banqueros, que hicieron de ella la principal ciudad de negocios de toda Europa. Esta Florencia “floreciente” es la misma que va a criticar Dante, que sueña con la vieja ciudad campesina de antaño con costumbres patriarcales y “sanas”. La verdad es que podría compararse a Giotto y a Dante, representando éste último al exiliado aristócrata que odia todo lo que tenga que ver con la burguesía, “comerciantes deshonestos, arribistas”, de la Florencia de su madurez, que no sabe reconocer como la vanguardia del mundo de entonces, mientras que Giotto, en ningún momento se coloca como moralista, sino que como hombre práctico y de origen campesino que es, firma pactos, compromisos, explota las posibilidades que encuentra a su paso, se sitúa del lado del más fuerte, sea éste la Comuna de Florencia, la Curia romana, la orden religiosa franciscana, el rey de Nápoles o los banqueros. Era un hombre de espíritu práctico, un hábil organizador tanto para el mismo, como para su equipo de trabajo, que sabe sacar rendimientos a las empresas de tejidos y que enseguida denuncia a sus acreedores cuando no le pagan. Además poseía una gran cultura y una refinada educación. Fue el primero de los pintores en estar bien pagado y fue honrado como los hombres de letras o los poetas, el primero en llevar una vida digna de un hombre del Renacimiento. Los personajes importantes, reyes, poderosos banqueros y Papas, son para él como los mecenas del siglo XV.
Tras un período de aprendizaje en Florencia con Cimabue, Giotto viajó a Roma acompañando a su maestro, en torno al año 1380. Tras esta estancia en Roma, viaja a Asís, que en esta época era el punto de encuentro y cruce de distintas tendencias artísticas, las propias del siglo XIII (como las de Cimabue) y las más modernas, es decir las búsquedas de profundidad espacial que Giotto inaugurará en su pintura y que se van a reflejar enseguida en todos los ciclos pintados en la basílica después de su trabajo. Surge un problema a la hora de datar los frescos realizados para esta iglesia, y también para delimitar los que son totalmente suyos y los de otros maestros que trabajaban a la vez que el lo hacía, o incluso de sus ayudantes dirigidos por el. Todo apunta a que el joven Giotto contaría con unos veinticinco años cuando emprendió la obra y ya tendría experiencia en el desempeño de su oficio.