La bacanal de los andrios, Tiziano
Durante la época del Renacimiento fue muy popular la representación de obras basadas en mitos antiguos, la tendencia antropocentrista de la época también se dejó ver en las artes con representaciones que volvían su mirada hacia los clásicos mitos griegos y romanos conjugando de esta manera una doble vertiente, el culto al hombre y al pasado antiguo. En este contexto debemos resaltar como en la época también se recuperaron los autores antiguos y hubo una especial atención a aquellos que habían practicado la ecfrasis, un género literario que se basaba en la descripción de imágenes de la manera más fidedigna posible.
De esta manera no parece extraño que obras clásicas como las Imágenes de Filóstrato el Joven – obra en la que el autor pretende describir, como ya hubiese hecho su abuelo Filóstrato el Viejo con anterioridad, una serie de lienzo muchos de los cuales ya han desaparecido- tuviesen entre los pintores de la etapa renacentista una gran acogida.
En los primeros años de la década de los veinte, el III Duque de Ferrara Alfonso D´Este encargó a algunos de los pintores de la época los lienzos que debían decorar una nueva estancia de su palacio ducal, El Camerín de Alabastro. En realidad los expertos en arte aún no han podido averiguar si la estancia contaba con un programa iconográfico determinado, pero de ser así éste debía de versar sobre la algarabía y la celebración a juzgar por algunos de los lienzos que estaban destinados a colgar de sus paredes.
Por ello el duque de Ferrara encargó a Tiziano tres lienzos: La ofrenda a Venus, Baco y Ariadna y El festín de los Andrios, obra que aquí analizamos. Se trata de un óleo sobre lienzo de formato casi cuadrangular y grandes dimensiones que mide unos ciento setenta y cinco centímetros de alto y algo más de ciento noventa centímetros de ancho. La pieza representa una gran fiesta en honor al dios del vino Baco celebrada en la isla de Andros, la cual según la tradición era uno de los lugares preferidos del dios quien hacía manar vino de sus arroyos y manantiales.
De esta manera encontramos a una multitud de personajes que celebran una gran fiesta al aire libre, unos bailan y gritan mientras otros se dejan llevar por la embriaguez producida por el vino en un estado de semiinconsciencia. Aparecen personajes en múltiples posturas, en realidad todas ellas bastante exageradas, que se mueven y flexionan y en cuyos gestos se aprecia una gran variedad. Todo ello aparece enmarcado en un idílico paisaje naturalista a la sobra de algunos árboles.
La obra se encuentra en la actualidad en el Museo del Prado de Madrid ya que a finales del siglo XVI el ducado de Ferrara pasó a manos del papado y éste se quedó con algunas de las posesiones de los duques. El Vaticano envió en el año 1637 algunas de las obras incautadas al duque al monarca español Felipe IV como pago por la ayuda prestada en el Piombo, pasando la obra a las colecciones españolas.