La Casa Amarilla de Van Gogh
Vincent Van Gogh pintó este lienzo con la técnica del óleo en el año 1888 durante su estancia en la ciudad del sur de Francia de Arlés. En la actualidad, la obra forma parte de la colección del Museo Van Gogh de Amsterdam, un museo con identidad propia pero que a su vez se integra dentro del Rikjsmuseum de Amsterdam.
El pintor holandés Van Gogh llegó a Arlés en el año 1888 tras varios años de residir en diferentes ciudades de Holanda, Bélgica, Gran Bretaña y Francia. Y allí, durante los meses que residió hizo algunos de sus cuadros más famosos, así como tuvieron lugar algunos episodios de su vida personal que se han hecho célebres. Precisamente en esta Casa Amarilla fue donde se cortó la oreja Van Gogh en un arrebato de cólera tras un enfrentamiento con su compañero Paul Gauguin.
Y es que la casa que nos presenta este cuadro, en realidad fue donde Van Gogh alquiló cuatro habitaciones para vivir él, y también para invitar a otros pintores a que acudieran hasta allí y se establecieran con la idea de crear una próspera comunidad artística. Sin embargo, pese a que llamó a algunos de los pintores que había conocido durante su estancia en París, lo cierto es que únicamente acudió a su llamada Paul Gauguin, y no tanto por un especial interés, sino porque de alguna forma era devolverle un favor a Theo Van Gogh quién le había comprado varios de sus cuadros y le había contado la idea de su hermano Vincent.
De esta manera, en la Casa Amarilla se establecieron los dos pintores y aunque tuvieron interesantes momentos creativos, lo cierto es que también numerosas discusiones alguna por cuestiones artísticas y otras de índole personal. El final de esa relación tuvo lugar precisamente el día en el que Vincent atacó por dos veces con una navaja a Gauguin, al que no llegó a herir y tras lo cual, Paul Gauguin se fue de la casa. Y momentos después, dada la inestabilidad mental de Van Gogh, éste arrepentido de lo que había hecho e intentando demostrárselo a Gauguin se cortó con esa misma navaja una de las orejas. Sin embargo, semejante locura y sacrificio no hizo que retornara Gauguin.
Y es que los caracteres de ambos eran bien distintos, porque mientras Gauguin era una persona muy vital, Van Gogh era más bien taciturno. A lo que había que sumar las diferencias de criterios y estilos artísticos de uno y otro.
Lo único que estilísticamente les unía en realidad era su intención de enfrentarse pictóricamente al Impresionismo. De hecho, estos dos artistas son dos de los máximos exponentes de la pintura Postimpresionista, un movimiento que no existió como tal, porque cada pintor postimpresionista tiene su propio estilo diferenciado, llámese Cézanne, Toulouse-Lautrec, Gauguin, Seurat, Gauguin o Van Gogh.
Y en el caso de este último, se trata de una pintura en la que tiene gran importancia el dibujo, ya que sus formas siempre están muy bien delimitadas y silueteadas, para acoger en su interior colores muy fuertes. En realidad, se trata de un colorido que no pretende establecer paralelismos con la realidad, sino que lleva los tonos a sus extremos con la intención de que el color sea el transmisor de sus estados de ánimo y sus sensaciones.