La casa de Nazaret, Zurbarán
En todas las épocas artísticas el género religioso es uno de los más destacados, miles de cuadros han sido creados representando escenas de la vida de Jesucristo, desde su nacimiento hasta su muerte. No obstante hay una etapa en la vida de Jesús, después de su presentación en el templo y hasta que comenzó su vida pública, en la que no resulta sencillo encontrar obras de arte que se ocupen de relatarla. En este sentido la obra que aquí nos ocua presenta una tématica distinta, diferente, que poco tiene que ver con el resto de obras religiosas y es que en el siglo XVII los estrecho límites impuestos por la contrarreforma vigilaban acechantes cada una de las obras que salían del taller de los pintores. No obstante en aquella misma época, empezó a surgir entre los ambientes intelectuales un gusto por las escenas de la infancia de Jesús, escenas más íntimas pero cargadas de recursos iconográficos que llevan al ojo experto a una lectura mucho más profunda de lo que pudiese parecer.
Francisco de Zurbarán (1598 – 1664) es junto a Velázquez y Murillo uno de los artistas más destacados del Siglo de Oro español. Parece ser que sus inicios en el mundo artístico debieron de comenzar en su ciudad natal pero poco después se trasladaría a Sevilla para formarse en el taller de Pedro Díaz de Villanueva. En la década de los veinte Zurbarán ya era un artista bastante reconocido y paulatinamente su fama iría aumentando hasta conseguir encargos de algunos de los comitentes más importantes.
La obra que aquí nos ocupa se trata de un óleo sobre lienzo de formato horizontal y que en la actualidad se exhibe en el Museo de Arte de Cleveland en EEUU. Se trata de una escena de interior, íntima donde un jovencísimo Jesucristo se entretiene tejiendo una corona de espinas, el muchacho en su labor, se pincha en uno de los dedos mientras su madre, pensativa, lo mira con compasión conocedora del destino que le aguarda.
En la estancia encontramos un gran número de elementos que nos hablan de la fortísima iconografía del lienzo, así podemos observar encima de la mesa libros abiertos que aluden a las profecías del Antiguo Testamento acerca de la llegada del Mesías; un cuenco con agua a los pies de Cristo nos habla del bautismo como el inicio del hombre en la vida cristiana, además de la clara alusión a la pasión y muerte del Salvador quien, ajeno a su fortuna, teje una corona de espinas como la que le será impuesta en la crucifixión. Pero la iconografía de la escena no solo alude a la figura de Cristo, también a la de la Virgen María, de esta manera podemos observar como las flores, lirios y rosas, son un símbolo de su pureza.
De esta manera el artista del barroco elabora un complicado discurso iconográfico y teológico a partir de objetos sencillos y cotidianos que a priori podrían resultar desapercibidos o simplemente anecdóticos a los ojos del espectador.