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San Hugo en el refectorio de los Cartujos, Zurbarán

Publicado por Laura Prieto Fernández

San Hugo en el refectorio de los cartujos es una de las obras maestras del artista barroco Francisco de Zurbarán y dataría de en torno a 1630 y1635. La obra debió decorar en su origen la Sacristía de la Cartuja de Santa María de las Cuevas en Sevilla y en la actualidad se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Zurbarán (1598 – 1664) nació en una familia acomodada y pronto comenzó su formación en los talleres sevillanos – Juan de Roelas y Díaz de Villanueva- donde conocería a otras importantes figuras artísticas del Siglo de Oro como Alonso Cano. El pintor se casó dos veces y estableció su taller en Sevilla. Zurbarán es una de las figuras más representativas de la Escuela Andaluza del Siglo del Oro; su pintura es profundamente mística y asceta lo que le sirvió para entroncar con las ideas religiosas de la contrarreforma y posicionarse como una de las figuras más importantes en la temática religiosa.

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San Hugo en el refectorio de los Cartujos es una obra de temática religiosa que representa la visita de San Hugo a los primeros Cartujos: San Hugo, que entonces era el obispo de Grenoble, visitó la comunidad de cartujos -cuyo fundador sería posteriormente San Bruno- y les pidió carne para comer. Los monjes se debatían entre contrariar sus normas o al obispo y mientras discutían cayeron en un profundo sueño. Cuarenta y cinco días después el obispo envió a un criado para avisar a los monjes de una nueva visita y éste encontró a los monjes sobre la misma mesa con la carne dispuesta para comer pese a que ya era tiempo de Cuaresma. San Hugo acudió al monasterio de los Cartujos y al tocar la carne ésta se convirtió en cenizas, un designio divino de que la Cuaresma debía celebrarse.

El cuadro está compuesto con líneas rectas que se cruzan; los siete cartujos se disponen detrás de la mesa (dos de ellos quedan recortado en el margen como si de un encuadre fotográfico se tratase) marcando las líneas verticales junto con el criado del obispo y el propio San Hugo, que ya anciano se encorva y debe sostenerse con un bastón. Las mesas del refectorio dispuestas en L marcan las líneas horizontales.

El artista ha dispuesto en último plano la presencia de un cuadro en donde se aprecia a la Virgen y el Niño acompañados de San Juan Bautista; este recurso de un cuadro dentro de otro será muy popular en el barroco. Zurbarán presta en este lienzo tanta atención a los detalles que la mesa sobre la que se disponían a comer los monjes se ha convertido en un auténtico bodegón. Así se aprecia la calidad táctil de los materiales en las vasijas de barro de los cartujos y en el mantel de lino blanco que contrasta con el blanco de los hábitos de los monjes mostrando el pintor una singular pericia del dominio del colorido. La luz es clara y brillante y se difunde de manera homogénea por toda la composición.