Limones, naranjas y rosa de Zurbarán
La obra titulada Naturaleza muerta con limones, naranjas y rosa es uno de los más magníficos bodegones del pintor barroco español Francisco de Zurbarán. En la actualidad, esta obra realizada en 1633, se conserva en el Museo Norton Simon de la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos.
Es un bodegón que se compone de tres grupos de cosas, perfectamente diferenciados y separados por la inmensa negritud del fondo neutro. En el centro aparece un cesto con naranjas, a la izquierda se distingue un plato de estaño con limones, mientras que a la derecha se ve otro plato más pequeño con una taza y una rosa, una flor que únicamente se queda en una perspectiva objetiva y cuantitativa, solo identificando la rosa, mientras que el resto de frutos, al ser más numerosos, el pintor ha podido experimentar todo tipo de perspectivas y posiciones.
El bodegón tiene una calidad artística francamente sublime. Zurbarán es conocido por sus obras realizadas para los conventos de Sevilla. Unas obras que lógicamente siempre eran de temática religiosa como su famoso San Hugo en el refectorio de los cartujos o las escenas de la vida de San Buenaventura repartidas hoy en día por grandes museos del mundo.
Sin embargo, toda su maestría como pintor se manifiesta en este bodegón. Se aprecia la rugosidad de cada limón, sus reflejos en el plato metálico, las naranjas casi se pueden oler o se distingue todo el delicado trenzado del cesto de mimbre que las acoge.
Además cada grupo es un estudio magnífico, como la composición escalonada y basada en la forma esférica de las naranjas que se elevan sobre un pedestal, que es la verdadera función del cesto. O el estudio de luces, sombras y perspectivas que hace con cuatro limones, cada uno en una posición. Mientras que el grupo de la rosa, el plato y la taza es de una sutilidad absoluta, todo ello construido a partir de formas elípticas.
Todo destaca sobre el sombrío fondo, todo queda individualizado y al mismo tiempo todo queda unido por la rama del naranjo. En realidad, lo que une todo este conjunto es el tratamiento de la luz, con la cual es capaz de proporcionar una arquitectura totalmente imperceptible que hace que el cuadro se convierta en una imagen de monumental espiritualidad. Y es que es muy curioso que un pintor que supo pintar escenas tan complejas y propias del Barroco, con diferentes personajes y relatos milagrosos como los que se pueden ver en sus composiciones más celebradas sobre las vidas de los santos, sin embargo alcance cuotas de sobriedad y de espiritualidad tan grandes como la de este bodegón o su famoso Agnus Dei.